¡Qué difícil es aceptar las críticas! Un caso institucional.

Las instituciones son así: no encajan las críticas, de ningún tipo, ni aún con propuestas y alternativas a lo que se está haciendo. Un alumno mio, en un programa de hace años en el sur de España, lo decía: nos consideramos el centro del universo cuando se trata de lo que hacemos nosotros llevando un automóvil. Y era muy cierto, cuando nos pasa uno, decimos, «ese anormal se va a matar»; cuando van lentos, les acusamos de obstaculizar el tráfico; cuando ……. el referente único somos nosotros. Pues algo parecido le pasa a las instituciones o a los planos institucionales, no aceptan críticas, y menos si vienen de afuera -pero tampoco del adentro-. Por eso no crecen, por eso tienden a hacerlo cada día peor, y por eso, no innovan. Porque la crítica, y sobre todo, si ofrece alternativas, es la mejor terapia para repensar lo que hacemos, ver si las propuestas nos sirven, agradecer la aportación crítica y las alternativas, quedar bien con todos, y sobre todo, crecer o dar nuevos ánimos de crecimiento, sobre todo humano, desde nuestra organización. Pero las cosas no son así. «Automáticamente», la institución se «energiza», parece que le da vida, la defensa de su forma de ser y de hacer, y se enerva contra toda intromisión «en sus asuntos», aunque los asuntos sean públicos, como lo son casi siempre.

Podría contar los detalles, pero es algo que me acaba de ocurrir. Sólo diré que en mi derecho como participante en un programa, que además, había diseñado yo hace tres años, quise aportar soluciones para mejorarlo y sobre todo, actualizarlo dentro de la misma línea. No ha habido respuesta, típico silencio administrativo, y seguro que están pensando algún tipo de represalia por cometer tamaño error. Como no ha habido respuesta en diez días, ni telefónica ni escrita, he pensado que no necesitan de mis servicios, ni yo quiero colaborar con algo así, y he dimitido, los he abandonado. Lo siento, pero era la única respuesta adecuada.

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3 comentarios en «Críticas»

  1. Hace ya muchos años que para mi no tiene sentido criticar las cosas y no aportar alternativas, entre otras cosas, por puro egoismo. Criticar, estando en la universidad, es relativamente fácil, estamos acostumbrados, hemos leído bastante, tenemos nuestras ideas, y siempre se puede recurrir al tópico de hacer la crítica desde otra posición ideológica sin que se aprecie, pareciendo que estás haciéndolo desde una posición científica, o más o menos intersubjetiva. Pero eso a partir de unos años de ejercerlo, resulta aburrido, y sobre todo, tu mente y tu cuerpo no reaccionan bien ante esa fórmula. Sin embargo, buscar alternativas a las situaciones, ofrecer nuevas soluciones es satisfactorio para el cuerpo y el espíritu, porque sientes que intentas ayudar. Lo malo de llegar a este punto, es que en general, el país, este en el que vivimos, no está preparado más que para la crítica feroz, y se queda como desconcertado cuando se le dan alternativas, que en realidad no quieren, ni han pedido, porque no quieren cambiar, y no quieren problemas. Nadie puede dudar que si te ofrecen alternativas, tienes que pensarlas, tienes que buscar algo que sea realmente viable, y después ponerlo en marcha. ¡Demasiado trabajo!, sobre todo, si se trata de funcionarios …. y por cierto, ¿quién no es funcionario o tiene ese espíritu en un país como el nuestro?. Algunos, pero no demasiados.

  2. Es muy inteligente tu postura. Yo sin embargo me confieso fascinada por la crítica. ¿Me han contaminado?; ya no se ver nada que no tenga una interpretación crítica, reflexiva, de negación.
    No se si es pesimismo, o es ponerse otras lentes o mirar hacia otros perfiles

  3. El otro día en una clase se me ocurrió una forma de explicar todo esto. Seguro que ya se había explicado así, o ya se había rechazado por falso, pero es lo que pensé. Pensé, en voz alta -que es una buena forma de pensar-, que formulada una tesis, la antitesis no es más que su réplica y por tanto, se parece hasta intrinsecamente a la tesis denostada y criticada, y formalmente no supone más que el avance de saber que la tesis tiene agujeros «criticables», y no llega adonde queremos. Pero el paso a la síntesis -que sería el camino de avance- no es automática, sino que requiere un esfuerzo añadido, y la construcción de una nueva tesis.

    Seguro que estoy diciendo lo que miles de autores han dicho, pero eso me pareció que reforzaba mi teoría de que no sólo es conveniente la crítica, sino que un trabajo más, es forjar una nueva tesis o al menos propuesta alternativa, a partir de la crítica de la posición inicial.

    Lo cierto es que yo muchas veces, como ya he dicho en la entrada principal, sólo hago crítica, porque no está en mi área de posibilidades o responsabilidad hacer nada más, o no vale la pena o no le dedico el tiempo suficiente al asunto; pero sí es cierto que tengo una tendencia a mostrar caminos alternativos y a reconducir las cosas, tal vez con los años me he ido haciendo reformista. Tal vez es que quiero más a los demás, y deseo su bien y que mejoren; tal vez puedo hacerlo porque me pongo en la piel de los afectdos por el «desastre» que critico; ….

    En cualquier caso, tengo poco éxito proponiendo alternativas, tanto instituciones como personas, tienen a aferrarse a sus posiciones y a «defenderse» institucionalmente -tanto si son personas, grupos como instituciones- frente «al enemigo», que en ese caso soy yo. Y claro, al final, acabamos mal.

    Con esa buena voluntad que intento imprimir a mis críticas y alternativas no gano demasiado, más bien me siento después frustrado porque me he esforzado, he buscado alternativas, las he escrito, me he atrevido a formularlas, y las personas y/o instituciones tienden a «cabrearse» con la interferencia de mi actuación. Estas situaciones siempre acaban dejándome perplejo, aunque comprendo que dichas personas e instituciones, asentadas en su poder jerárquico y en cierto modo omnipotente, «no tienen porque aceptar» que alguien les «pongas las peras al caldo» -creo que se dice así- y les proponga que cambien de línea, y de formas de trabajo.

    Para mí es un gran coste, a veces hasta afectivo, la ruptura consiguiente, pero ellos supongo que se sienten justificados por la interferencia de algo que no han pedido. Para mí es ética de mi trabajo, de mi trabajo de innovar, que exige un constante perfeccionamiento de lo que se hace, y más teniendo en cuenta que las cosas que van bien llegan a ir regular o mal, y las que van regular tienden a peor, de acuerdo con las dinámicas aceptadas de las cosas y los grupos.

    No es fácil, sin embargo, ser crítico, ni tampoco ser crítico con alternativas. Tal vez, pararse en ser crítico permite sufrir menos, por el rechazo a las alternativas que se acaba materializando.

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