Me deja perplejo que de pronto todos nuestros poderes fácticos hayan cambiado de opinión, y se nos «vuelvan a hacer» socialdemócratas (sic), después de décadas de neoliberalismo unívoco y casi integral que hemos vivido. No es que yo tenga especial cariño a ninguna de esas orientaciones, pero sinceramente me encuentro más cómodo con la ¿ingenuidad? -¿no sé si se podría calificar así?- de los últimos que con el desprecio hacia lo humano y la cosificación de los primeros.
Pero hay muchas razones para mi perplejidad y voy a intentar irlas desgranando.
La primera es querer resolver los problemas evidentes y de fondo del sistema, atacando sus síntomas. Por supuesto, eso es bueno para los que padecen los síntomas, que para ellos no lo son, sino enfermedades, algunas de ellas incurables, y propias de su ambición y su falta de límites, de su deshumanización y de su querer creer que eran «únicos», maravillosos e incombustibles. Esas empresas constructoras, que desde un punto de vista de gestión son casi deleznables, que han conseguido su acumulación de capital a partir no de hacer bien las cosas, sino de hacerlas mal, como siempre, explotando mano de obra hiperbarata y manejable y en muchos casos, importada, sin ninguna posible gestión humana del negocio, y con el descaro propio de los que están cerca de la ignorancia, y que sin embargo, se han creído extraordinarias, únicas, perennes, prepotentes, «cools» ….. cuando no pasan de poceros con camisa de cuello bien -pero muy bien- abierto, y corbata ancha, representativa de su poder o más bien de la ficción de su poder. Y que enlazan perfectamente con la peor de las derechonas, precisamente por falta de reflexión, de pensamiento, de aprendizaje y después de haberse ganado «así, a lo tonto» el oro y el moro, y creyendo que todo en el monte es orégano, como ellos mismos. Esas empresas que se han embarcado en acceder a otras, más conservadoras, pero con más tecnología, con más pensamiento, aunque poco, y con el asentamiento que da el monopolio, al menos relativo en que se movían. Esas constructoras que han «asaltado» a electrícas y otras, intentando asaltos por encima de sus posibilidades, adelantando rentas de años de trabajo y de explotación, y endeudándose hasta los biznietos para hacerse con el botín. Esas empresas enloquecidas por el oro, y que no veían más que eso, el poder, y no podían darse cuenta de que esos esfuerzos se acaban pagando, no por deseo divino, sino sencillamente porque como decía el Guerra, el torero: «lo que no pué ser, no pué ser, y ademá é imposible». Y ahora sufren el descalabro de haber pagado alto, y contribuido a que otros se forraran, encareciendo muy por encima de su auténtico valor real a las empresas que abordaban -estaba pensando en Endesa, pero podía ampliarlo- y que ahora tienen que pagar, renegociar o suplicar que les mantengan esos créditos que han aumentado su nivel de endeudamiento desproporcionadamente en relación con sus activos, y que sus deudas ahogan no sólo su «expansión» (sic), sino su propio negocio. Una locura, una locura que tiene su raíz en la prepotencia y la ignorancia: ¿quién les había engañado pensando que eran unos fabulosos financieros que podían hacerse con todo?. Supongo que ellos mismos, estas cosas se «las acaba uno creyendo», y cuantas menos razones haya para hacerlo, más se lo cree, ya que no tiene ni la razón.
-30% de incremento anual de los beneficios, ¿hasta donde creían que podían llegar? ¿Sín límite, o sólo contando con el corto plazo?
Voy a citar algunos temas de mi perplejidad, que intentaré ir abordando poco a poco ….. en mis entradas:
– medidas calmantes para la tos cuando tenemos una invasión vírica (y la libertad proclamada por los neoliberales)
– están conservando al enfermo con aparatos compensatorios, pero en realidad, el enfermo está casi terminal y es preciso que entre en crisis para apagar sus desmadres, sus pecados
– una crisis de sobreproducción …… lo siento. Mucha explotación, reduce la renta disponible en´relación con la capacidad demostrada de producción, el gap se acentúa, «la culpa la tiene el consumo que no crece», sin aceptar la expresión clásica de lo neoclásico que el consumo es una función de la renta, y la renta está deprimida, porque la renta de los trabajadores y de los autónomos está deprimida, y no puede seguir ampliando el crédito para seguir comprando, es decir, el crédito también ha llegado a su «n´en va plus»
– resolverle el problema a los amigos financieros y bancarios no es suficiente. Se han dejado llevar por una ambición desmedida, por una explotación desmedida, como en el cuento que relata Carriere …. sobre el oro ….. no veían más que el oro ….. se creían que nadie les iba a ver …… se creían tan prepotentes que pensaban que nadie les iba a mirar nunca más ……. sólos con su oro.
Me releo y encuentro que voy más o menos bien, que vale la pena continuar. Probablemente este fin de semana abordaré lo de las tasas crecientes y desproporcionadas de beneficios, exigidos por los mercados, a troche y moche.
En paralelo me deja más o menos encantado y más o menos perplejo la música bien tocada. Me pasa como a Confucio …. ¡cuanto me hubiera gustado tocar un instrumento!, pero ….. .soy tan torpe y tengo ya tantos años ….. es una pena ….. menos mal que mi hija curso piano, y dos de mis nietas están en ello, y puedo solazarme cuando las visito con sus aproximaciones que evidentemente ellas saben que les pido, porque necesito de esas habilidades que no he sabido desarrollar en mí mismo, pero que siento en lo más profundo de mi. Serían de gran compañía en los años que seguirán.
Más razones para estar perplejo. El comentario de una de mis alumnas, de Violeta Martín. Dice:
«Lo que Roberto pretende sabiamente aquí es mostrarnos una condensación, en forma casi de «recensión», de las lecturas que hemos trabajado anteriormente. Su texto resume prácticamente todos los avatares de la ciencia y de la investigación científica como tal a los que nos hemos enfrentado gracias a los anteriores autores (Longo, Sacristán, y el propio Roberto).
Pero lo que pretende especialmente Roberto (a mi modo de ver) es establecer como base misma de la ciencia y como su más profunda significación al MÉTODO CIENTÍFICO. Se sirve de una teorización no por básica, menos sustanciosa y esclarecedora: si admitimos que los significados o componentes de la ciencia son su subjetividad y relativismo, su provisionalidad y limitación, claramente podemos llegar a la conclusión de que en la base de todo ello se encuentra el método científico como factor determinante. Sobre la subjetividad del conocimiento, Roberto ya nos ha hablado mucho en clase y, como ya dejé constancia, estoy absolutamente de acuerdo con él en que esta subjetividad no es un obstáculo, ni mucho menos, ante cualquier proceso científico. Todo lo contrario, puede suponer precisamente ese «empujón» del que otras veces hemos hablado.
Después de este lazo tendido entre ciencia y método, me han resultado especialmente interesantes otras alusiones: la ciencia como instrumento de dominación; la dificultad del lenguaje científico (de entre los grandes, probablemente Stephen Hawking sea el único que ofrece una segunda lectura, más accesible en términos de comprensión, a sus seguidores); pero especialmente la relación que se subyace entre ciencia y progreso (propuesta inicialmente por el también ya citado Khun) y la crítica a lo que Roberto da en llamar «criterios de demarcación», poniendo como ejemplos al ya tan de moda Karl Popper y a nuestro ya más que conocido Gino Longo. Estoy más que de acuerdo con él, en este caso, en que la delimitación de tales criterios conducen a formas dogmáticas, y que es necesario acudir a definiciones mucho más abiertas.
Como nuevo punto de apoyo a esa «subjetividad» que Roberto siempre ha defendido (por lo menos hasta la fecha), vuelve a mostrarse de acuerdo a Manuel Sacristán y a su teoría de la «concepción del mundo» inherente a cualquier proceso científico y a cualquier instigador de tal proceso. Inclusive, las concepciones del mundo como isntigadoras del propio proceso, como bien dijimos antes. «No es un problema real», dirá Roberto. Tampoco lo será la que podríamos llamar, prima-hermana o madre de cualquier concepción del mundo: la ideología, siempre que ésta «juegue un papel complementario y no solamente sustitutivo». Como alguna vez también nos ha señalado en clase, mientras se señale con anterioridad qué piensa cada uno…
La última parte de su escrito finaliza con una descripción de las etapas del método científico, donde señala 4, las dos primeras correspondientes a las propuestas por Longo en la anterior lectura (nº. 5). Combinadas con los 3 modos de inferencia que asimismo menciona, se habría dado lugar a la creación de los diferentes paradigmas que conocemos, o que nos quedan por conocer. (Si bien, como también menciona el propio Roberto, y queda muy presente en nuestro entorno actual, «el cuerpo científico es reaccionario al cambio de paradigma»).
Y, en lo concerniente a nuestro trabajo en grupo, tenemos de nuevo un apoyo teórico en la cita que Roberto hace sobre Karl Marx: «el método de investigación debe distinguirse formalmente del método de exposición; la exposición sólo es posible cuando culminamos la primera etapa de la investigación».
Así pues… manos a la obra»
Todo nació porque les propuse leer una lectura sobre ciencia y método que escribí en los años setenta, en mi etapa más profundamente teórica. Un abrazo desde aquí a Violeta.
Más razones para estar perplejo:
¿Cómo es posible que hayan crecido a un ritmo del 30% interanual los beneficios de las grandes corporaciones, y mientras tanto, la competitividad entre pequeñas y medianas empresas, entre economía formal e informal y en general entre países, se haya acentuado de la forma en que ha ocurrido durante el boom anterior?
Pues era compatible en la medida en que se expansionaba el sistema, casi sin límites. Ahora que han llegado los límites, la depresión, veremos que ocurre y cuantos quedan o quedamos por el camino.