Qué mal llevamos los autores el silencio entre que terminamos de escribir algo y ve la luz editorialmente. Yo estoy padeciendo dos de estos silencios para dos de las cinco cosas que he escrito este año.
El primer silencio viene provocado por un premio nacional de innovación educativa al que nos hemos presentado como grupo. Después de mucho trabajo, conseguimos aunar un trabajo que a mí, antes de que salga a la luz, me parece estupendo. ¡Lo que hemos avanzado en los últimos años! ¡Cuantos esfuerzos y que bien, cuánto camino recorrido y lo que es mejor, cuanto nos queda por hacer todavía!. Me tengo que morder la lengua para no decir nada, ni exponer nada en público sobre ese trabajo, pues está en las bases del concurso.
Otro silencio medio obligado es el trabajo que ya terminé en junio «Manifiestos para la innovación educativa». El silencio viene provocado porque la editorial está contemplando su publicación y no voy a jugarle una mala pasada. Lo malo de este último trabajo es que potencialmente podía ser un best seller para cualquier editorial, pero se lo propuse a dos y no les gustó, o mejor, dijeron que no iba con su línea editorial, que suele ser una forma muy socorrida de decir no. No sé si es un gran trabajo, pero aporta unas informaciones que hasta ahora no teníamos, y son informaciones sobre algo que estamos viviendo como son las nuevas formas educativas. Lo he construído a partir de las reflexiones y pensamientos de mis alumnos, y siguiendo un plan de investigación muy riguroso, que al final se ha plasmado en 42 manifiestos para innovar en la docencia universitaria. No sólo se trata de contar lo que los estudiantes dicen a partir de su experiencia, sino aportar la mía para abordar los problemas que plantean. es un buen trabajo, y lleva ya cuatro meses en silencio.
Luego hay otros silencios que son los de los artículos que te van a publicar en libros colectivos. Son silencios que siempre se pueden romper llamando al editor-coordinador y que te diga como va la cosa, pero muchas veces él mismo no lo sabe muy bien, porque depende de muchas circunstancias de entorno y de editoriales o patrocinadores. Total, que en ese caso tengo otros dos artículos.
¡Demasiado silencio para una persona como yo expresiva y que le gusta comunicar y que considera que el silencio es finalmente uno de nuestros peores y más odiados males. Lo que importa es comunicar, lo que importa es intercambiar, …. pero el mundo está lleno de trabas que consolidan silencios innecesarios. En próximas ocasiones, optaré por formatos menos tradicionales para publicar mis escritos.
Lo cierto es que cuando te pones a escribir o a investigar algo, no te preocupas por los silencios. Todo es fluidez e intercambio, y sobre todo, estás metido hasta el cuello en el trabajo y, al menos a mi, no me preocupa nada sobre cómo se va a publicar o lo que va a ocurrir después. Pero llega el momento en que está terminado y empieza el calvario para los autores. Es como si uno se quedase expropiado de su propio decir o sentir, como si se quedase vacío o en silencio. Se pasa de la actividad a la pasividad, a la espera, y no siempre se lleva bien, sobre todo, si los´tiempos se alargan, como es el caso.
Siento discrepar, bastante peor es tener que escribir, tener mucho que decir y no saber por donde empezar.
Tener que esperar a que las ideas maduren para que luego fluyan solas. Si ya has escrito ya has «dicho» para bien o para mal….cuando aun no has empezado y tienes que esperar a que llegue el momento de empezar…te aseguro que aun es peor.
Y eso que comparto lo de tirarse a la piscina…pero con cierto estilo, no cuando estas seguro de que te vas a dar un planchazo…de esos que duelen.
Siente muy satisfecho, los silencios se prducen, porque ya has hablado.
Bueno, supongo que si tienes mucho que decir y no sabes por donde empezar, es que el tema no está del todo maduro, porque no sabemos por donde «hincarle» el diente todavía. Si se trata de una obligación externa, de que alguien te obliga a escribir, sin duda comprendo el problema, porque entiendo que escribir o se hace en libertad o casi nunca acaba teniendo sentido ni mucha validez. Ser escriba no creo que satisfaga a nadie, aunque siempre hay gente para todo.
De todas formas, y no sé si habré sabido expresarlo con toda claridad, me refería a los silencios dilatados, a los que son provocados, no tanto porque ya he hablado, sino porque no hay respuestas, ni interrelación. Cuando uno busca el diálogo y aprender también de los demás, el silencio es inoportuno y a veces, paralizante. Aunque tengas muchas cosas más que escribir o comunicar, te parece que no tiene sentido hasta que te contesten a lo que acabas de proponer y todavía no ha encontrado eco.
Ah, y una cosa, si esperas a tener estilo para tirarte, probablemente nunca te tirarás, porque el estilo se adquiere tirándote y revisándolo. Y si uno no se da un planchazo o tiene un suspenso en su vida, pocas oportunidades tiene de aprender.