El novelista brasileño es uno de mis preferidos. Supongo que muchas veces cuando hablo con otras personas, lo pongo como ejemplo de algo, y aunque no sé reproducirlo, si lo siento, me llega a lo más interno de mí. Aprecio su tono, aprecio su realismo, aprecio su sentimiento, su forma de recrear un personaje. Bueno, el dice que los personajes viven en él y que muchas de las cosas que hasta pueden decir en sus novelas, sólo a ellos les concierne y él no puede ampliar lo que han dicho, porque no lo sabe. Como cuando cuenta en sus pre-memorias que le preguntó una señora española sobre el «ipsilón» de la Tieta de Agreste, y él no pudo responderle en qué consistía esa forma de amor, que tanto agradaba a la Tieta, que hasta había creado un «ipsilón doble». Pues no lo sabía, habría que preguntárselo a su personaje.

Lo cierto es que Frank me ha jugado una mala pasada, con su mejor intención. Resulta que este poeta canario proyectado en Brasil, me llama un día, tal vez alertado por alguien que oyó en público mi interés por Amado, para invitarme a participar en una Semana de Literatura Brasileña que organiza en Casa do Brasil, en Madrid, y me propone que hable sobre Jorge Amado.

Desde que me lo dijo, pero mucho más en las últimas dos semanas, estoy preocupado, ¿qué voy a decir yo sobre Jorge Amado? y sólo confío en que los asistentes no sean muy expertos en el tema ni en literatura, o que sepan comprender mi «drama» interior y mi debilidad al aceptar el encargo de Frank. Porque es evidente que, como le dije a Frank, soy un aficionado, pero aficionado, aficionado a algunas cosas, y una de ellas es Jorge Amado, al cual me habré acercado a diez u once libros o novelas. Poco para hablar de un personaje. Lo intentaré de todos modos, pero sufriré mucho antes.

He intentado repasar a Amado, pero no es fácil, porque una novela se lee sin subrayar, sin anotar al margen, sin notas, y recuperarlo es como volver a leerlo otra vez y no tengo tiempo para tanto, ni habría tampoco tiempo disponible. Todavía lo estoy construyendo. Espero al menos encontrar alguna forma de hacer sonreir al público, por lo menos una o dos veces. Para eso, no es preciso más que releer al personaje, siempre sorprende con sus salidas.

Para aquellos que no conozcan o quieren empezar a conocer a Jorge Amado, les recomiendo que entren en el mundo de Bahía por una obrita de 1934 que ha publicado Alianza: «Sudor». Aunque sus grandes éxitos sean: «Gabriela, clavo y canela», «La Tieta de Agreste» o «Doña Flor y sus dos maridos», todas ellas llevadas a la pequeña pantalla y a la más pequeña televisión. «Cacao» o «Mar Morto», ésta última no la he visto traducida, enganchan. Y hay una obra que no se suele citar, pero a mi me enganchó, como hizo la novela de Vargas Llosa: «La guerra del fin del mundo» sobre la revolución de los Canudos, una novela que encontré en un sitio de esos que venden libros que no se venden: «Tocaia grande», una novela heróica de cangunços, coroneles, sirios y por supuesto, putas y vagabundos, que como él asumió en su día es una buena calificación de sus novelas.

Entradas relacionadas

Un comentario en «Jorge Amado»

Responder a roberto carballo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *