Dos titulares de The New York Times del jueves pasado: «Los despidos en Wall Street desatan miedo, pánico e ira» y «Latinoamérica destila confianza».
(Innovación – Aldebaran Innovation)
Preocupados por los despidos de su clase media y media alta, los que se dedican «a la nada», y a ganar con las especulaciones. Para mi gusto, no merecerían mucho espacio en ningún medio, si acaso apreciando que «al fin algunos de ellos van a pagar por sus fechorías y su falta de sentido humano y hasta común». Pero claro es «el periódico» USA por excelencia, ¿de qué va a hablar sino del «miedo psicológico» que merodea por los pasillos de las atribuladas (sic) instituciones financieras …..?
El contraste son las clases medias latinas, especialmente las brasileñas, que se «sienten» en el mejor del mundos, ¿por qué? porque han descubierto la mina del sistema capitalista, el crédito a medio-largo plazo, la gran fórmula para conseguir las cosas sin pagar durante un tiempo, endeudándose, ya que los salarios no crecen ni mucho menos lo que deberían, pues nada, a alargar el crédito y bajas los tipos, y a partir de ahí, se alarga el consumo, nos endeudamos -que hasta ahora no podían por tipos y por falta de facilidades- y disfrutamos de lo que ya tienen otros, aunque sea en menor medida, pero sobre todo, «desahogamos» el sistema productivo y la industria y servicios locales, de tal forma que se produzca una efectiva sustitución de importaciones, o más que eso, una renovación de los beneficios industriales, tanto de las empresas propias, como de las multinacionales de la globalización. Un buen negocio, porque mientras en los USA y en Europa y Japón las cosas van de mal a regular, y las tasas de beneficios son difíciles de mantener, porque hay que dar facilidades a un consumidor ahogado en sus deudas, las mismas empresas en países, en este caso, latinos, hacen «su agosto» anticipado, facilitando el gran recurso del sistema, «vivir por encima de tus posibilidades». No es que aumentemos la tasa de salarios, sino que aumentamos la posibilidad de endeudarse las colectividades y durante unos años, aquellos con más necesidades o ganas, consiguen lo que querían y la industria aumenta sus beneficios, y por supuesto, puede mantener el empleo.
Para hacernos una idea de lo agotado que tenemos el crédito en los países «ya no tan centrales», resulta que Japón utiliza cuatro veces el PIB que genera, es decir, algo así como que tienen como media gastados cuatro años de los que van a trabajar, que en muchos casos, será más. Por supuesto, su economía está bastante estancada. USA utiliza más de dos veces el PIB, es decir, está endeudado para dos años, donde no podría nadie comprar nada, porque tendría que devolver sus créditos durante ese tiempo. O Europa tiene un 120% de relación crédito/PIB, lo que nos lleva a que todavía nos queda camino por recorrer, a no ser que el que lleva el Banco Central Europeo se siga empeñando con la inflación famosa. Y comparativamente, un país como Brasil no utiliza más de un 30% del PIB, fíjense lo que se puede hacer todavía en estos países.
El endeudamiento de los países desarrollados es como «su tumba», en tanto las posibilidades de los emergentes son más amplias, precisamente porque no han agotado todas las «ventajas» (sic) que nos proporciona adelantar nuestros ingresos y vivir con lo que nunca tendremos, porque antes ya lo habremos gastado.
«Al principio, pagas el interés, y el principal nunca disminuye. Después de siete años, aún debía 70.000 euros, aproximadamente el doble de lo que vale el barco». Mientras tanto, perdió el piso porque le reajustaron la hipoteca y los pagos mensuales aumentaron. «Me saturé de deuda a largo plazo. Era un riesgo, era un riesgo calculado (no tanto, claro). Obviamente, perdí». A partir de ahora, «No tengo la intención de comprar nada, nunca. Y aunque quisiese, no creo que pudiera». Un drama, un drama en primera persona, un drama que provoca el sistema de vivir por encima de las propias posibilidades, adelantando el gasto a los ingresos. Un drama que se está empezando a vivir en muchas familias.