Mi amigo Tito era dos o tres años mayor que yo. Nos conocimos en la calle. Vivía en la calle Vizcaya, en el número siete, en el segundo, al lado de la frutería de los maragatos. Realmente debimos empezar a estar juntos, en la misma pandilla, en el comienzo de la preadolescencia, hacia mis doce años o así. Pienso que él día tener dos años más. Resultaba más maduro que yo. Iba al Instituto, y yo a la Escuela de Comercio. Las dos instituciones estaban en Riazor, detrás del estadio de futbol, pero el Instituto estaba detrás. Lo primero que te encontrabas era mi Escuela, que tenía forma de avión, con dos alas. Detrás de ella teníamos dos pistas para frontón y un pequeño bar donde se podía jugar al ping-pong, aunque no siempre, sólo en los descansos. Detrás y en la misma parcela, había un espacio abierto, donde jugábamos al futbol, a veces contra los del Instituto o los de Náutica, o bien entre nosotros.

Mi amigo Tito era estudioso y sacaba muy buenas notas. Hablaba bien y le gustaba jugar a juegos de palabras y de quien es la sobrina del nieto de tu padre? Juegos en los que yo no destacaba, si acaso, por inútil. Lo cierto es que siempre me «pierdo» hasta para saber cosas más simples que siempre tengo que pensar tiempo para responder, como: Nuria que es de ti? y tardo hasta saber que se dice nuera. Lo cierto es que era un chico bueno, estudioso, preocupado por su trabajo y que aglutinaba a otros que lo admiraban. Bueno, también tenía suerte para eso, que su hermana fuese la «guapa» o una de las guapas de la calle, Sara o Sarita, que era de mi edad y a la que aspirábamos más o menos todos los amigos de Tito.

Recuerdo que jugábamos a juegos más bien suaves, pero ya con ciertos contenidos implícitos de eroticidad, como aquél de «Tres navios a la mar», donde se formaban dos equipos. Uno tenía que apresar a los del otro equipo, situarlos en una especie de prisión abierta y los otros intentaban «sacarlos» de la prisión, con un simple toque de manos. Según las chicas y nosotros nos íbamos haciendo mayores, el juego tenía más picante, porque eso de tener retenida a una chica o de apresarla o viceversa, le ponía mucho interés a un juego poco agraciado, pero que nos gustaba a todos. Era una forma de relación con las chicas …. y las chicas nos atraían indudablemente, las veíamos tan distintas, tanto física como aún mentalmente. Y las diferencias atraían. Otras veces nos quedábamos en el portal de Tito, donde hablábamos mucho, de todo. Otras jugábamos todavía a las bolas o nos refugiábamos en el cobertizo que teníamos. Alguien había hecho un cobertizo, donde los días de lluvia nos sentábamos en el suelo y hablábamos. Con el tiempo fueron apareciendo los personajes de las novelas que leíamos. El personaje de más éxito era sin duda «Guillermo Brown» y también otros personajes del comic como Flash Gordon o el Guerrero del Antifaz. Pero mis lecturas de esta temprana juventud se centraron durante una época que no puedo situar en años, pero serían doce o asi, en William Brown. A Tito le gustaba, y a todos nos gustaba. A mi también por supuesto. He tenido toda la colecciõn de las aventuras de Guillermo, y sobre todo, me gustaba el tercer tomo: «Los apuros de Guillermo». Todos en la pandilla recitábamos frases enteras, como aquél artículo redactado por el líder de Los Proscriptos, que decía: «Alguien tiene que hacer algo con eso de los caramelos, porque cada vez cuestan más y entran menos en una onza. El gobierno tendría que dar subvenciones o cosas así para que fueran más baratos ….». Probablemente éramos chicos muy ingenuos, pero éramos así, la dictadura no daba para mucho más.

Tito tuvo la mala suerte de que cuando él tendría unos quince años se muriera su padre. Fue la primera vez que estuve en un acompañamiento de ese tipo. Creo que en nuestra falta de experiencia, lo pasamos bien o casi diría muy bien; recuerdo que alguno se puso a contar chistes, y llegamos a reírnos tanto que las personas mayores nos llegaron a llamar la atención y decirnos que nos marcháramos a la calle. Fue la primera vez, creo, que estuve en casa de Tito. Luego estaría más, sobre todo los domingos, jugando a las cartas en una habitación-comedor que miraba al patio de luces. Yo iba siempre que podía, porque sentía un profundo amor por su hermana, que era evidentemente «inalcanzable» para mí, pues era de mi misma edad, y como suele ser común, a la chica le gustaban más los chicos más mayores. Pero era mi gran «amor romántico», y tal vez por eso, más. A mi me parecía maravillosa, soñaba despierto con ella, y tengo que reconocer que una parte de mi impulso para ir a buscar a mi amigo Tito era que pudiera encontrarme con su hermana.

Mi primer amor, esta chica, era una chica muy educada y amable, y siempre nos trataba bien a todos los «de la cola». Sonreía siempre, y tenía una voz preciosa, pero ….. le gustaba un chico de Monelos que estudiaba para náutica y que no sólo tendría dos o tres años más, sino que los aparentaba. En el fondo, todos le odiábamos un poquito, pero no lo manifestábamos demasiado no fuera a ser que Sarita se enfadase con nosotros. Era como un invasor, de un barrio cercano, pero lejano; con unas ideas de otro barrio, y del mar; nos parecía raro, rarillo. Pero no había nada que hacer, se querían. Y nosotros sólo podíamos idealizar y compartir lo que nos quedaba. Él venía todos los días a «territorio enemigo» a buscar a su chica y ya con trece años recuerdo muchos momentos hablando en la puerta del número siete de la calle vizcaya, estando ellos dos, y siempre dos o tres «moscardones» alrededor. A veces se unía alguna chica amiga, como Lola, que vivía en el portal de al lado, o Marujita, que lo hacía en la parte baja de la calle Asturias.

Tito y yo seguimos siendo amigos hasta que él primero se fue a Santiago, a estudiar, y yo después a Madrid, también a estudiar. Nos nos hemos vuelto a ver más que en los funerales de mis padres, aunque hace poco a través de un amigo común, de Fausto, supe que seguía bien. Intentamos establecer algo para quedar, pero todavía no ha sido posible. Igual este año ocurre. Tengo que reconocer que siempre he tenido una cierta preocupación por saber como le había ido a su hermana, como le había ido en la vida …. me preocupaba que no fuera tan feliz como yo deseaba.

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