«Las estructuras disipativas constituyen la aparición de estructuras coherentes, autoorganizadas en sistemas alejados del equilibrio. Se asocian con Ilya Prigogine, que recibió el Premio Nóbel de Química por su estudio. El término estructura disipativa busca representar la asociación de las ideas de orden y desperdicio –o disipación. El nuevo hecho fundamental es que la disipación de energía y de materia, que suele asociarse a la noción de pérdida y evolución hacia el desorden, se convierte, lejos del equilibrio, en fuente de orden.
Lejos del equilibrio, la materia se comporta de forma diferente a las regiones cercanas al equilibrio. Las nociones de no linealidad, fluctuación, bifurcación y autoorganización son fundamentales: es el dominio de las estructuras disipativas, las que se encuentran en el origen de los estudios de sistemas complejos».
Innovación (Aldebaran Innovation)
Hace cuarenta años las estructuras disipativas se llamaban simplemente estructuras, y las polémicas se centraban en saber como se dinamizaban, aunque algunos de los modelos estructurales lograban al menos comprender algunas de las leyes de sus dinámicas reproductivas. Por poner sólo un ejemplo, estaba Jean Piaget, quién hablaba de totalidades inderdependientes, sistemas de transformación con autorreglaje. Y el autorreglaje y los procesos transformadores eran sencillamente eso, lo que daba dinamicidad al sistema global e interrelacionado. La teoría de sistemas nació en realidad después de la segunda guerra mundial, pero no se empezó a vislumbrar en la teoría hasta los años setenta. Realmente tuvo más incidencia el mundo sistémico que el estructural, entre otras cosas, porque el primero era más previsible y mecánico, y el segundo contenía factores de indeterminación y de lo que hoy llamaríamos caos, mayores y más difíciles de discernir. La sociedad científica dominante prefirió lo sistémico, igual que ha preferido lo cognitivo, porque parecen más previsibles, y supuestamente dan mejor cuenta de los fenómenos, y yo digo, pero profundizan menos y a veces hasta caen en la simpleza de pensar en movimientos cuasicirculares regulados por los famosos feed-bakcs o retroalimentaciones. Yo he padecido esa tecnificación en mi asignatura. Mi materia era Estructura Económica, ahora se llama Sistema Económico. En realidad, pasó como he hablado más de una vez con un profesor recientemente fallecido y colega, Juan Muñoz, que siempre se movió entre la buena descripción económica y la tentación estructural. Hablábamos de que nos «habían tecnificado» y que por supuesto nos sentíamos más cómodos en el complejo mundo de las estructuras, que el más inmediato y más simplificado de los sistemas, pero ….. las mayorías acaban imponiendo siempre lo más fácil y asequible, que casi siempre es lo peor. Yo seguiré sintiéndome -y mis alumnos también son conscientes, casi después de una segunda clase- que soy estructurero, porque como decía el maestro profesor José Luis Sampedro: «la estructura es lo que dura, lo demás es coyuntura», o bien la generalidad de los sampedrianos decíamos de forma más rotunda y parodiando la frase del maestro: «la estructura es lo que dura, lo demás puta basura».
Me agrada que el mundo de lo sistémico comprenda con Prigogine, primero, que hablamos de estructuras; segundo, que unas estructuras son disipativas y por tanto contienen en sí mismo el germen de su desarrollo y hasta de su autodestrucción; y c) que eso tiene que ver con la naturaleza y con los equilibrios dinámicos sostenibles. En eso estamos desde hace muchos años, claro que como para nosotros viene siendo lo normal, no lo declaramos a cada momento, sólo cuando es estrictamente necesario.