«Fantasiosos», dice Lucas Mallada de los españoles.
Ayer hablando con unos alumnos, se me ocurrió algo relacionado. Nuestras tertulias. Cuando no hay un liderazgo fuerte y admitido, todos luchan mediante ideas y posicionamientos para forjar ese liderazgo, lo cual da lugar a una difícil comunicación entre los participantes, donde todos han de hablar al mismo tiempo e intentar imponer sus ideas.
Dándole vueltas a esto, me dí cuenta de que eso es porque se habla de ideas y creencias, y no de cuestiones más o menos aceptables o contrastadas, y por tanto, científicas, y hasta el lenguaje se corresponde a ese plano. Se dice «yo creo …» en lugar de decir, «acho» o «pienso» o «pensamos» o «we/I think», son fórmulas idiomáticas que denotan el estado de las cosas, se trata de ideas, se trata de lo que cree cada participante, no de lo que sabe. El saber sólo aparece para remarcar la idea, pero entonces aparece distorsionado por la idea misma, la cual no está exenta de una gran pasión en su exposición, como si nos fuera la vida en lo que decimos.
Fórmulas idiomáticas que se vinculan a estados de ánimo, estados de ánimo apasionados, que se combinan con el deber ser -fantasiosos- y no con el ser -sentido de la realidad-. Y resulta que busqué algo que me permitiese enseñar la importancia de lo real en todo esto, como modificador hasta de conductas sociales, y me encontré con este debate en un foro italiano, suponemos que posterior al renacimiento, donde «aparece» con fuerza el empirismo ante tanta fantasía, hipótesis no comprobadas, ideas pre-concebidas y posiciones religiosas e ideológicas. Parece ser que Laplace -cito de memoria- contestó al rey cuando este le interrogó sobre por qué no estaba Dios en su teoría: «Sire, no necesito esa hipótesis».
Nosotros cuando hablamos «parecemos» no sé si dioses, pero sí los representantes endiosados de nosotros mismos y de nuestras fantasías, todavía. Precisamos de más seriedad en nuestra forma de exponer y debatir, más solidez en nuestros argumentos, más contrastación de los datos, y menos hacer volar nuestra imaginación y «hacerla real», que sin duda lo es, pero sólo para nosotros y muchas veces, sólo en ese momento.