John Steinbeck tiene algo especial que hace a los USA atractivos, saber contar lo que pasa, saber decirlo con toda su crudeza, con todo su drama, cuando existe, como sabiendo como Gramsci que «la verdad es siempre revolucionaria», porque es cierto que la verdad soliviante. Este corto de la película que se hizo con el padre de la Fonda al frente, es especial, tiene un dramatismo especial, pero real, no hay más drama que la realidad de la vida.

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Esos años treinta que novela Steinbeck no sólo en la famosísima «Las uvas de la ira», sino en otras muchas novelas, la mayoría más cortas sobre el tema, nos mantiene en vilo desde la primera palabra hasta un final inacabado, un final imperfecto, un final realista. Era un autor que mi padre tenía en casa, que yo pude leer muy joven gracias a él, que pude recoger de su colección de novelas y libros, y llevarlo a mi cama, y leer durante horas hasta que como siempre ocurre, se terminaban sus novelas, pronto, porque todo lo bueno se acaba demasiado pronto, ya que lo bueno lo devoramos, y cuando quedan veinte páginas por terminar estamos deseando que sean más, y ni siquiera sabemos como va a hacer el autor para terminar algo que es tan maravilloso, te envuelve y no acabas de comprender porque no habrá escrito más …. porque finalmente no quieres que termine, porque has disfrutado y sentido el placer de leer, y te gustaría que hubiera hasta una segunda parte. Pero no es así, la novela termina poco después de detectar que faltan sólo veinte páginas, y no hay segundas partes, porque lo bueno es irrepetible, aunque las fantasías y los pensamientos a que te lleva siempre puedan dar una cierta continuidad a esos placeres humanos que podemos llegar a alcanzar cuando leemos aquello que vale la pena leer. Steinbeck es como otros muchos novelistas americanos, de su generación o de otras, especial, muy especial.

«Las últimas lluvias cayeron con suavidad sobre los campos rojos y parte de los campos grises de Oklahoma, y no hendieron la tierra llena de cicatrices. Los arados cruzaron ……» Así empieza la novela …. es probable que si tuviera que convertirme en hombre-libro como en el Farenheit de Bradbury, fuera Roberto-Las-Uvas-de-la-Ira.

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