«Una sociedad sostenible es aquella capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de generaciones futuras» decía certeramente Lester Brown del Worldwatch Instituto. Ese, y coincido con Capra, es el gran desafio de las sociedades actuales, crear comunidades sostenibles, en equilibrio dinámico.
La idea de sociedad sostenible es una idea estructural, una estructura interdependiente que contiene un sistema de transformaciones y otro de autorreglaje o reproducción, bajo bases dinámicas. Estamos muy lejos de ello porque «confiamos» (sic) en un agente «fantasma» que organiza la evolución social y del cual los poderes dominantes están muy orgullosos y que llamamos MERCADO. El mercado hace, en mi opinión, imposible el desarrollo sostenible. Y no es una opinión, está comprobado, y está comprobado por la historia reciente y la no tan reciente. El mercado no sólo distribuye mal los recursos y hace más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sino que explota también a la naturaleza, y produce un continuo desequilibrio en el consumo excesivo de recursos, muchos de ellos, la mayoría, no renovables. Todo esto hace que el mercado se convierta en el mayor enemigo del desarrollo sostenible.
Cualquier entorno, cualquier espacio, cualquier comunidad dificilmente puede conseguir -si lo pretendiera- desarrollo sostenible, cuando es el mercado quién regula bajo sus parámetros la distribución y esta puede ser eficiente -cosa que dudo-, eficaz -para algunos- y no-sostenible -para todos-. Curiosa paradoja, nos organizamos a partir de la mano invisible, y la mano invisible, que parece la «mano de Maradona», reduce nuestras oportunidades de crecer de forma sostenible. ¿Cómo hacemos? Pues sinceramente, no tengo una solución que no sea radical.
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