Un directivo no puede mirar sólo para arriba. Que ha de ser capaz de mirar en 360º como se dice ahora. El directivo que sólo contempla a su jefe es un directivo muy poco completo. En primer término, y para poder respetar «al otro», especialmente a todos «sus clientes» (internos y externos), ha de saber conocerse a sí mismo (El «Conócete a tí mismo» es una necesidad elemental, pero que se olvida con frecuencia: «Has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a tí mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse», dice Don Quijote), y a partir de su autoconocimiento, ha de ser capaz de tener un proyecto profesional (y de vida), un proyecto que coincide en el tiempo con el de la empresa, pero que aporta su diversidad.
Un directivo no es un mal político, ni un hombre de poder. Es un error pensar así. De tanto fijarnos en Maquiavelo salimos unos maquiavelitos que no le llegamos ni a la suela del zapato al gran teórico del poder en Occidente. Existe una necesaria compatibilización entre el poder y la profesión, pero es ineficaz para la la profesión moverse básicamente en un plano de poder y de arbitrareidad, y es una arbitrareidad poner mi vida profesional al servicio de una persona, como si fuese un mercenario.
Un directivo ha de mirarse a sí mismo, ha de conocerse a sí mismo, y saber contemplar e interpretar sus debilidades, sus potencialidades, sus posibilidades y sus oportunidades, y en función de esto actuar, desarrollando el máximo sus competencias, y eso en los límites de la empresa y del estilo directivo en que se mueva (La autocrítica es imprescindible: saber lo que hago bien y lo que hago mal. Pero la autocrítica no debe impedir que nos movamos, por exceso de perfeccionismo; ni tampoco debe desaparecer y ser sustituida por la complacencia. La autocrítica es un principio de superación, siempre que no se llegue a posiciones destructivas.).
Es triste que muchos buenos potenciales directivos tengan que hacer tareas de sirvientes y subordinados y así hagan dinero, pero no avancen en su profesión. Y que conste que esto es lo que es eficiente para producir mejor, porque como se puede demostrar sólo las empresas monopolistas son capaces de funcionar tan ineficazmente que no altere su cuenta de resultados el hecho de que sus directivos no sean profesionales y tan sólo aficionados del poder y de la adhesión al poder.