Uno de los fenómenos nuevos de nuestra época son las top model. En los cincuenta, las mujeres que pasaban modelos, pasaban desapercibidas, salvo excepciones -y digo mujeres, porque en aquella época casi todas eran mujeres-. Esa la época en que la moda era status y nivel adquisitivo y no mucho más. Hasta resultaba algo extravagante y poco útil para la grandísima mayoría de la población. Sólo se vendía en la medida en que las clases altas mostraban su mejor cara vestidos o ataviados con sus artefactos. Pero su incidencia social era poca. Así también, las modelos, eran simples empleadas, más o menos guapas, pero nada más. Alguna era observada por un director de cine y la llevaba a hacer unos pinitos y poco más.
Hoy en día las cosas han cambiado, porque ha cambiado la estrategia del sistema capitalista y ha ampliado su mercado. ¿Cómo? A través de la invasión y presencia de la marca. La marca que se había constituido mucho antes, pero que sólo servía para que los que podían pagar, que eran pocos, pagasen por llevarla, resulta que poco a poco se ha ido standardizando y introduciendo en capas más amplias, primero los pijos, luego los no tan pijos y cada vez más toda la sociedad. Una marca es una estrategia de marketing. Un logo es su representación (es recomendable el libro No Logo de Naomi Klein).
La belleza es su forma de venta. Y la belleza de la mujer sofisticada, top model, que más parece «de plástico fino» que de realidad, es como un «mírame y no me toques», ha convertido también a esas top model en modelos sociales hasta a imitar -no olvidemos el tema de las tallas y de la anorexia vinculada a ellas-; mujeres delgaditas, altas, bien hechas, moldeadas por el cirujano de turno, hombres muy gimnásticos y con presencia masculina, ahora sí, totalmente depilados, auténticos maniquíes que nos muestran la bondad de «fidelizarse» a una marca para «llegar» (sic) a ser como ellas y como ellos. Nunca se había dado una estrategia tan intensa de marketing. Y esto, ¿que ha supuesto? Sobre todo, ha ampliado los negocios, y los que sólo vendían a las clases adineradas, ahora han standardizado sus productos y siguen vendiéndolos muy caros, pero son menos relativamente de lo que eran en el pasado, entre otras cosas, porque antes trabajaban con patrones casi artesanales, y ahora lo hacen con fórmulas industriales, que permiten abaratar costes. Han popularizado sus productos y los han convertido en una fuente nueva de ingresos y de expansión y de acumulación de capital. Es cierto que les han salido unos «competidores» en los piratas de marcas, pero más bien les hacen publicidad añadida, y les sirven para resaltar las auténticas y únicas propiedades de sus productos, con una publicidad sin coste, y que siempre están dispuestos los telediarios y otros programas televisivos a incorporar a su programación.
Estuve dudando entre un video de «plástico fino» y uno de «guapísimas». La verdad es que éste último era maravillosamente encantador, y el que he puesto resulta hasta cierto punto repulsivo, pero al final ganó mi espíritu social y reivindicativo. Hace ya más de quince años, presenté una ponencia en un encuentro sobre la mujer, haciendo un contraste entre la nueva mujer del mundo desarrollado, de «plástico fino» y la mujer del todavía mundo subdesarrollado, donde los formatos machistas y familiares cosificaban evidentemente su papel. Las cosas en este aspecto también han cambiado y mucho. Mejor lo dejo para otra ocasión, porque lo que tengo que decir es muy largo.
Sólo quería añadir que el formato actual de la moda y los gustos que se han ido imponiendo en nuestro mundo, me resulta en gran medida antinatural y hasta antiestético, pero tal vez sea mi edad que me gana la batalla.