“Un hombre solo tiene el derecho a mirar al otro desde arriba si es para ayudarle a levantarse” Gabriel García Márquez
¿Por qué es tantas veces asi? ¿Por qué despreciamos al otro en sus múltiples cualidades? ¿Por qué nos reforzamos a veces nosotros mismos «destrozando» al otro? …. Son preguntas difíciles de contestar. Se me ocurren muchas cosas, pero lo primero que ha venido a mi mente ha sido que somos mucho más pequeños de lo que creemos, mucho menos maduros, mucho más ignorantes y en la pequeñez, la inmadurez y la ignoracia reaccionamos con primitivismo, utilizando plena y absolutamente nuestro cerebro izquierdo y «le rompemos la cara» a la imagen del otro. Y digo a la imagen, porque no lo vemos bien, sólo una imagen que nosotros mismos hemos recreado, por supuesto mucho peor que la real.
En el fondo es un acto de «defensa propia», de competencia, de lucha, de manifestación de conflicto, es casi instintivo, sólo utiliza la inteligencia para de forma intensamente perversa conseguir nuestro objetivo. Lo explica muy bien Wilfred Bion en sus «supuestos básicos» grupales. De alguna forma, nos convertimos en Mr. Hyde, sacamos nuestra rabia y nos protegemos de la culpa, adelantando un diagnóstico feroz. Me encanta «1984», que por cierto ahora se lee menos que en nuestra época, de George Orwell, y los cambios estratégicos de las naciones dominantes respecto a quiénes son enemigos y quiénes amigos. Este es nuestro sistema primitivo de ser y de actuar. Y casi casi esa es la forma de actuar de la innovación tradicional tecnológica, el modelo basado en «llegar antes», en «primar a los supermanes», en «competir hasta la muerte». Un modelo implícitamente darwiniano -sobreviven los más aptos, no los mejores, sino los que saben adaptarse mejor- y profundamente indiividualista. El individualismo llevado a sus últimas consecuencias ataca a la sociedad y al otro, y «mira desde arriba», no para levantar precisamente.
García Márquez habla de un ser humano diferente, de un ser humano conformado éticamente y sin duda, menos ignorante, menos simple, menos pequeño, menos inmaduro. Refleja una aspiración, una aspiración de solidaridad, de fraternidad -¿recuerdan? estaba en la tríada de la revolución francesa, pero la hemos primero olvidado y luego transformado en un concepto más light como solidaridad, que lo acerca a caridad-, porque ya decía Rof Carballo que sin amor no hay nada, sin fraternidad tampoco. Mirar abajo para ayudar no es dar caridad, sino pensar que lo que somos lo debemos también a los demás, y item más, los demás pueden hacer, junto o sin nosotros, mucho más que lo que nosotros podemos hacer solos. ¡Qué pena desperdiciar tal ¿capital? humano! El problema es que pensamos en él como un recurso, como «capital» y así le llamamos, y no como seres humanos. No somos recursos, ni capitales, somos personas, y de nosotros depende la innovación, también la tecnológica, la vida, la calidad de la misma, la relación con la naturaleza, y todo lo demás. Y no depende de una o dos o mil personas, sino de todos, porque todos a partir de su experiencia son «conocimiento tácito o expreso», y dicho conocimiento es fácilmente convertible en conocimiento expreso, en conocimiento. Sin los demás somos demasiado pequeños. Quizás por eso y sin justificación alguna, los miramos desde arriba. Con los otros, somos mucho más, y si aprendemos de como nosotros hemos crecido, es probable que nos demos cuenta de que aquellos que todavía no están con nosotros no son nuestros competidores o enemigos potenciales, sino nuestros complementos, a veces, perfectos.
No hay nada de voluntarismo en mi posición, aunque sí hay un deseo de fraternidad. Pero veo la fraternidad como un resultado de conocer al otro, porque cuando se conoce, se reducen los miedos y las reacciones primitivas, y conocer al otro es el primer paso para mirarlo de frente y a los ojos, y que el haga lo mismo y cooperemos.
Esto no es una religión ni una visión, es un horizonte, un lugar que podemos buscar, aunque sepamos que nunca vamos a llegar, pero lo seguiremos intentando.
Y ya que estoy de relecturas y admiraciones, sirva esta entrada para recordar a Gabriel García Márquez, que nos ha hecho pasar tantas horas de placer leyéndole, y que todavía nos sorprenderá muchas veces más, también con su recordatorio sobre lo que es importante y lo que no lo es tanto. Es un gran placer leerte y supongo que lo sería conocerte.