¿Presión o comprensión?

Hace unos días en el blog de innovación educativa de nuestro Grupo, me extendía sobre el tema de la presión cada día mayor que se está imprimiendo en las aulas a los estudiantes. Es cierto, y nadie duda de que ellos han vivido, en general y en los últimos años, demasiado bien, y que es preciso, darles un poco de ritmo y de pasión por el aprendizaje, y una buena fórmula es «meter presión», pero como decimos los gallegos, depende del tipo de presión.

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Hay presiones que ahogan, y hay presiones que son necesarias y hasta comprensivas. Por desgracia yo me refería a las presiones que ahogan, a aquellas que sólo son actos de autoridad, ampliaciones de trabajo-estudio-exámen con el único objetivo de más evaluación y más control por parte del profesor. Muchas de estas ampliaciones y presiones tienen ese carácter. Porque sino no se comprendería que en esta época esos mismos profesores «tomen lista» a primera hora de la clase, y obliguen a la presencia a sus clases magistrales (sic), con la consiguiente presión y falta de comprensión que eso suele significar, y sobre todo, como se va a aprender de forma obligada.

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La obligación tiene que nacer de la necesidad, de dentro de uno mismo, del convencimiento; no de la potestas, de la autoridad por la autoridad. Me mantengo en mis trece, es preciso más que presionar comprender, y cuando uno comprende, en cierto sentido, ama, en cierto sentido, se pone en lugar del otro, en cierto sentido, se acerca a sus necesidades y a sus deficiencias, y le ayuda a superarlas.

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Y a esto, viene en mi ayuda un autor de éxito en los países anglosajones, sobre todo, en Gran Bretaña, Oliver James, quién reincide en un paradigma similar al de Rof Carballo, y nos dice en su último libro («Te joden vivo. Como sobrevivir en familia») que los seis primeros años de la vida de un niño son mucho más importantes que los genes y que el resto de los años, para conformar la personalidad del que será adulto. Y que lo importante ahí es el cariño, no decirle siempre que si al niño o cumplir sus caprichos, sino orientarle, saber llevarle, conducirle, ayudarle, enseñarle. Que el niño se sienta querido.

«El trato que recibas antes de los seis años determina el 75% de lo que te va a gustar después. Los amigos nos afectan de forma indirecta, ya que nosotros elegimos a nuestros amigos o parejas según el trato que hayamos recibido cuando éramos niños». Vaya, vaya, que bien, otro que es de los nuestros, de los de la banda que creemos poco en el determinismo genético y sí más en lo cultural, en lo social como generador de alternativas y de cierres de puertas: «Si los padres sólo ofrecen bienes materiales como ordenadores e iPods en vez de amor, eso provoca niños faltos de cariño, que son mucho más vulnerables a adicciones como las drogas, el sexo, el alcohol o la adicción al trabajo». Interesante, sí, interesante, ¿no creeis?.

Que concluyo provisionalmente de todo esto, pues que no sirve de mucho la presión y si, sin embargo, la comprensión. Un profesor presionante sólo se recordará como un hueso, y cada vez que nos acordemos de él, intentaremos olvidar lo poco que hemos aprendido con él, porque lo hemos aprendido sin amor. Un profesor comprensivo, pero que sabe motivar e incentivar al alumno, puede pedir más, porque a partir de la comprensión, de la identificación, del amor, en definitiva, puede conseguir que el alumno se interese por las cosas con menor esfuerzo. Ya sabemos que el amor motiva mucho, cuando lo tienes. Y cuando no lo tienes, deprime un montón.

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2 comentarios en «¿Presión o comprensión?»

  1. Decía Foucault (por lo de la evaluación continua) «La inspección de otro tiempo, discontinua y rápida, se ha transformado en una observación regular que pone al enfermo (alumno) en situación de examen casi perpetuo» -Vigilar y Castigar- .
    Pero qué se examina?…mucho me temo que nada útil, pues todo control burrocrático (asistencia…) acaba centrándose únicamente en las formas, despreciando, si es que lo hay, el verdadero contenido de la educación. Demasiado preocupado por el sentido (todos igual) nos olvidamos del significado.

  2. Gracias Roberto, por exponer de manera tan clara y realista un tema [a mi juicio] tan FUNDAMENTAL en las aulas… (Y aun más en vista del nuevo sistema que con Bolonia va a «instaurarse»).

    Creo que el estado de «inquietud, presión e incluso miedo al fracaso» que generan los exámenes debería ser «orden del dia» del debate de todos los «innovadores de la enseñanza».

    Qué lástima que (por parte de algunos) no se tenga lo suficientemente en cuenta…
    Felicidades por hablar del tema; y le animo a no dejarlo aparcado y a seguir buscando cómo mejorar e innovar en este aspecto tan negativo que sufrimos todos los alumnos.

    Estoy convencido de que existen otras maneras no tan perniciosas y más «motivadoras» de evaluar los conocimientos y sabiduria de los alumnos.

    Saludos!!

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