¿Por qué nadie habla de la importancia de la guerra en la crísis económica? Fue la pregunta altamente intesante que me formuló un contertulio, antes mis hipótesis de trabajo y afirmaciones de que la guerra estaba íntimamente relacionada con la crisis.
La guerra, claro ahora cuando hablamos de guerra nos referimos a Irak, está es la «madre» de todas las «gracias» y «desgracias» de la economía USA y por tanto, indirectamente, de todos los demás, que dependemos del imperio en mayor o menor medida. La guerra empezó con el pico del ciclo solar, más o menos hace seis años. Mejor dicho, el pico coincidió con lo de las torres gemelas, y luego, se mantuvo más o menos hasta el comienzo de la guerra. En ese momento, estaba el sol que «estallaba» de explosiones y vientos solares. Nos tenía «fritos» y mucho más tensos de lo que creíamos.
En ese momento, la economía USA no iba demasiado bien, se notaban síntomas de cansancio, se había sufrido mucho con las empresas de la nueva economía, las interneteras y todo eso, que habían entrado en depresión a finales de los noventa. Eso había afectado no sólo al Nasdaq, sino también al sistema productivo norteamericano y a su eficiencia, e indirectamente, las cosas no estaban tan bien como cinco o seis años antes. Eso también ocurría en el sistema occidental, y por supuesto en extremo oriente, donde Japón no acababa de salir de sus «tinieblas».
Mientras tanto los neo-com avanzaban en sus posiciones, y lo liberal se iba convirtiendo en profundamente conservador, también las políticas económicas. Total que cuando atacan las torres gemelas, las cosas no iban bien en USA, y la guerra fue una gran oportunidad para relanzar la tecnología, las TIC y sobre todo, la maquinaria industrial-militar. Eso regeneró empleo, y dio un nuevo impulso a la economía, recuperándose de manera significativa.
La guerra siempre le va bien a los que la hacen, sobre todo a corto y medio plazo. A largo plazo, las cosas se tuercen, sobre todo, si no se gana. ¿Por qué? porque el aparato industrial se focaliza excesivamente hacia el mundo militar, y reduce el mundo civil; porque ese relanzamiento aumenta un consumo que está vinculado a la guerra, y que puede reducirse si se para el conflicto; y por muchas otras razones, que no hay espacio para contar. Lo cierto es que la economía se pone tensa, extrema, radical, normalmente hacia radicalismos de derechas, fuertemente derechosos, en este caso los neo-com, que hoy ya se llaman theo-com.
Esa radicalidad «expulsa» el conocimiento de lo real, idealiza el conflicto y demoniza al «enemigo». Se piensa mal y con dificultades, y los resultados casi siempre son muy malos. Al principio, los fracasos militares, aumentan la demanda al complejo militar-industrial, pero pronto, en el medio plazo la sociedad se va «cansando», porque las guerras, aunque no las sufras en tu territorio, cansan mucho, agotan, la parte sana de la sociedad se siente agobiada, perseguida, mccarthizada, y va surgiendo una respuesta social, cuyo eco cada vez es más fuerte. Eso ha llevado a los demócratas al poder de las cámaras, y consiguiente al debilitamiento del poder ejecutivo, que ahora no está tan respaldado y hasta cierto punto, y por fin, respondido por la sociedad.
Todo esto va disfuncionalizando poco a poco el complejo militar-industrial, porque no ven el panorama claro de la continuidad de la guerra, y poco a poco empiezan a buscar otros mercados, pero los mercados civiles están bastante cansados y algo arrasados. Y qué ocurre, pues que es difícil pasar de los altísimos márgenes de los aparatos militares, a márgenes más estrechos de la sociedad civil, y eso se nota, nadie quiere dejar la mala costumbre que se adquiere en esa época, que los beneficios crecen desorbitadamente, como si uno no hiciera business, sino grandes negocios, con resultados casi inmediatos.
Los analistas y operadores financieros, «malacostumbrados» a que las empresas presenten beneficios desorbitados, se acostumbran mal a ver como la tasa de beneficio baja, porque la guerra empieza a frenarse o no genera los mismos rendimientos, y el sector privado no acepta tales porcentajes, inadmisibles en época de paz. Con todo eso viene luchando USA desde hace tres años, donde empiezan a ver las «orejas al lobo», primero porque no hay quién gane la guerra; segundo, porque las cosas tal vez hasta estén peor; tercero, porque los aliados se van yendo poco a poco espantados de que «aquí no hay final feliz» y las sociedades respectivas empiezan a expulsar a los líderes de esa guerra (Blair y Aznar) y aparecen otros que tienen que prometer la paz y la salida más o menos rápida de una guerra que sólo interesa a los que producen armas y disfrutan con el conflicto y las matanzas.
Todo poco a poco va desmoralizando la sociedad, en este caso USA, y esa desmoralización no es tanto porque no se gana, sino porque no acaba nunca, ni parece que va a acabar, y a pesar de que ahora se utilizan mercenarios, y casi siempre de clases bajas y de otros países, y hasta servicios de apoyo paramilitares para no contabilizar oficialmente demasiadas bajas, pues todos van poco a poco cansándose de tanto conflicto. Y ganan los demócratas, y ahora ganará alguno de los tres candidatos, todos ellos lejanos a las posturas neo-com de Bush (McCain, Clinton y Obama, van desde una derecha moderada a un derecha-centro o un centro-centro, en términos europeos).
O sea que ya estamos «perdiendo» la guerra, como ocurrió con Vietnam, y eso va a significar desmontar una buena parte del aparato militar-industrial y transformarlo en algo civil. Pero como he dicho más arriba, las empresas se han mal-acostumbrado, no sólo a altas tasas de beneficio, sino a hacer las cosas corriendo y por tanto, relativamente mal, y ahora van a tener que volver a hacer las cosas bien, y ganar menos. Es difícil el cambio.
Pongamos un ejemplo, ¿qué van a hacer la General Motors o la Ford, metidas hasta el cuello en la guerra, y que Toyota las ha desbancado de sus posiciones de privilegio en el mundo civil?. Pues lo van a tener crudo, se van a «tragar» los Hummer, porque hasta los ultranacionalistas que los compraban para «jugar a la guerra» civilmente, dejarán de interesarse por un trasto tan aparatoso, como inútil. Ahora sí, costosísimo de mantener, con consumos desorbitados y prestaciones regulares, pero que muy regulares. Y ¿ahora que van a hacer si no han estado preocupados por la gran batalla economico-ecológica que se libraba en el mundo del automóvil y no tienen casi ni idea de como mover un coche electricamente o en formato híbrido o con hidrógeno o hasta con agua, mientras sus competidores, a los que preocupaba el medio ambiente -y no ellos, que podían hacer birrías militares con despilfarro de energía- les llevan ahora diez o quince años en investigación y experimentación de esos nuevos recursos energéticos. ¿Qué van a hacer si además, y a pesar de nutrirse de esos fondos públicos militares, están en pérdidas, bueno no en pérdidas, están casi en quiebra, con pérdidas impresionantes, que no es el primer año que se producen?.
Eso si que es importante, y no el síntoma de las sub-prime, que por supuesto es importante, pero responde a esa desaceleración económica del sector militar-industrial y derivados. Porque lo que está ocurriendo es que tuvieron que subir fuertemente los tipos de interés durante esos años, para poder colocar sus emisiones de deuda, y para poder aguantar el endeudamiento global con financiación externa, haciendo atractivo el dolar. Y esa subida ha sido tal vez un añadido más a lo que vengo contando. Ya sabemos que ahora se están empeñando en bajarlos, pero que me perdonen, es tarde, y seguro que es tarde. Habrá que pasar en el mejor de los casos por una depresión de dos o tres años, y en el peor, en algo mucho peor -hay quienes hablan de otra gran depresión, como en los treinta-, que no me extrañaría, porque se han cometido muchos excesos en estos años. Demasiados.
Por cierto, si no hubiera sido por China e India y otras economías emergentes, teníamos desde hace dos años una depresión occidental «de aupa». O sea que ya le pueden dar unas gracias a los emergentes, y a los precios.
Pero, ¿ hasta cuando los precios van a seguir subiendo sin que la oferta se hinche, los stocks se amplíen, y la demanda se acogote? No es fácil de determinar, pero es otro peligro, también derivado indirectamente de la guerra. Qué por cierto me he dado cuenta que no es una sola guerra, sino varias, porque Afganistan está a dos minutos de serlo, probablemente hasta más fuerte que la de Irak. En fin, en menudo lío nos han metido los intereses petroleros de los Bush. ¡Qué locura! Y por hoy no escribo más. Solo quería darle un bosquejo de respuesta a mi colega Parra, que tal acertadamente preguntó porque nadie relacionaba guerra con crísis económica.
Crisi no lleva acento, por lo demás….todo bien
Gracias por tu rectificación. Lo que ocurre es que necesito acentuar crísis, porque sino me parece que no es suficiente. Sin acento me da la sensación de no reflejar todo lo que supone de vida, de movimiento, de incertidumbre, y aunque el castellano me impida acentuarlo, de forma espontánea, me sale acentuado, y tengo que hacer un gran esfuerzo para que salga de mi pensamiento sin acento. En todo caso, te he hecho caso, en honor de la «legalidad» lingüistica y académica y he hecho la rectificación oportuna. Para demostrarte que lo digo es cierto, te aseguro que varios «angeles de la guarda» me han indicado más de una vez que crisis es sin acento. Pido disculpas a mis lectores, si a pesar de esta revisión, vuelvo a reincidir en el mismo error. Roberto Carballo
Creo que la palabra sin acento (de acuerdo a las reglas de acentuación del castellano) es suficientemente fuerte, pero entiendo tu explicación. Al mejor cazador se le va una liebre (o varias)