Empecé a estudiar Económicas en La Coruña, en una escuela ad hoc que crearon en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de esa ciudad para prepararnos para presentarnos en la Facultad de Bilbao. Como era profesor mercantil, podía intentar hacer dos años, los dos primeros, en uno. Tenía 6 asignaturas, eran las más duras, pero no tenía que atender a otras que también resultaban duras para mis compañeros.

fig01_560.jpg

No noté mucho el cambio del Profesorado a la Facultad, porque en realidad seguimos en el mismo sitio, sólo que nos mandaron a la azotea, que después de ocho años en esa Escuela yo no había visto nunca, pero que ahora se utilizaba para impartir esas clases de preparación de los primeros cursos de Económicas. Recuerdo algunos profesores muy interesantes, algunos de ellos ya los había tenido cursando el profesorado mercantil, otros eran nuevos, como el Secretario General del Banco de La Coruña, que impartía Estructura Económica, la de José Luis Sampedro, basándose en «Realidad Económica y Análisis Estructural», un grandísimo libro, pero costoso de entender, que había constituido la memoria de cátedra de dicho profesor. Eso lo supe después.

En ese momento, solo me preocupaba de estudiar el libro y lo que cayera en mis manos. Leí mucho ese curso. Recuerdo que un libro de poemas de Evutchenko me enganchó y también Dostoiesky y Tolstoi. El ambiente era muy bueno. Lo más difícil era sin duda la famosa MicroEconomía, marginalismo y así, que estudíabamos por el manual de Castañeda, otro prohombre de la Facultad de Madrid. El exámen era durísimo, oral, en la pizarra, y te lo tenías que saber no sólo perfectamente, sino comprenderlo y flexibilizarlo, porque los temas tal y como se proponían al que se presentaba, estaban normalmente elegidos entre los más difíciles de ese manual, ya de por si «poco amigable». No me examinó Castañeda, sino Echevarría, que tenía unos modos parecidos y era su discípulo. Tuve suerte, me tocó unos temas muy complicados, pero que tenía muy bien preparados, y recuerdo que Echevarría cuando salí del exámen oral, se vino conmigo y con otro compañero y nos invitó a un café en el bar de la Facultad de Económicas de Bilbao. Fué muy emotivo, me dió Notable, creo, o Sobresaliente. No me acuerdo bien.

isabel_from_space_02.jpg

Había asignaturas preciosas, porque la carrera era preciosa, como Sociología, donde estudiamos el McIver, o Filosofía, que estaba planteada de forma hiper-tradicional, pero aún así me enseñó mucho. No recuerdo el profesor que me examinó, pero si me acuerdo que era gallego y que era muy gallego. Vamos que yo lo entendía muy bien. En fin, me parecía una carrera interesantísima, cultural, amplia, con una visión abierta y libre, con pensamientos entrecruzados de diferentes extracciones y calados. Me enamoré de Económicas. Me parece que me suspendieron en dos asignaturas de las seis que llevaba preparadas.

Mi compañero y todavía amigo, Jose Meije, también se presentó en Bilbao a primero-segundo de Económicas, y poco antes, pensamos en presentarnos a una oposición para administrativos de la banca, en concreto unas oposiciones que hacía el Banco Exterior de España, y que se iban a hacer en Barcelona, por lo que fuimos primero a examinarnos a Bilbao y después cogimos el mismo tren, el famoso «Shangai» que recorría las tierras del norte desde La Coruña-Ferrol a Barcelona y viceversa, pasando por Venta de Baños, y con bifurcaciones a Bilbao-San Sebastían y otras.

Lo cierto es que ya habíamos hecho el viaje a Bilbao y había sido terrible, en vagones de madera, de tercera, yo recuerdo que me dormí encima de la puerta, entre los equipajes que llevábamos. Los departamentos eran para 10 personas, o sea que íbamos 10 personas enlatadas en el departamento. Claro que el viaje en tren siempre era maravilloso, porque se podía salir al pasillo y hasta encontrar gente con la que hablar, muy diferente. Los pasillos de aquellos trenes eran muy democráticos, y el «tracatrá» del tren era algo maravilloso y que te incitaba a dormirte.

comarques.gif

Éramos muy jóvenes, 18 años, y no había forma de desmoralizarnos. Todo era posible para nosotros. Total que de Bilbao tomamos el Shangai hasta Barcelona. Ya íbamos solos Meije y yo. Llegamos a la estación de Barcelona, al lado de la Barceloneta y del puerto, la llamada Estación de Francia, por la mañana, temprano, y metimos nuestras maletas en la «consigna» y tomamos un tranvía que pensamos que nos llevaría al centro de la ciudad. Para nosotros era todo nuevo. El tranvia nos llevó hasta la plaza de toros, una de ellas, y nos dimos la vuelta, porque nos dimos cuenta de que por allí no íbamos a encontrar pensión, que era lo que neceesitábamos. Volvimos a la Estación, preguntamos, y nos dijeron que lo mejor era que nos dirigíeramos al Barrio Gótico o al Chino, que eran los sitios donde abundaban las pensiones.

Nos encaminamos al Chino, dejando las maletas en la consigna. Empezamos a buscar y había muchos anuncios, pero llegábamos a una pensión y todo nos «sonaba» horrible, como peligroso, el barrio, hoy llamado del Raval, era un barrio de prostitución básicamente, o al menos, las pensiones tenían esa pinta. Nos asustamos. Si, nos asustamos. Veníamos de La Coruña, y nunca habíamos visto nada igual. Por fin, bastante asustados, nos fuimos al otro barrio, al gótico, y después de mirar y mirar, por fin encontramos algo que nos convenció, una pensión justo al lado de la plaza Sant Jaume, en aquél momento, Plaza de San Jaime, claro, y que casi se me viene a la boca el nombre, que seguro que era muy largo, pero de una sola palabra. Fuimos por las maletas, nos ubicamos y salimos a dar una vuelta.

Al día siguiente, que me parece que era domingo, nos dimos un gran paseo por Barcelona, y empezamos a pensar donde podíamos preparar las oposiciones, porque con los exámenes no habíamos hecho nada, aunque sabíamos los temas y todo eso, y buscamos una biblioteca, donde pudiéramos estudiar. Enseguida encontramos la Biblioteca de la Universidad, maravillosa, y también otra más cerca, la de la Diputación, que también utilizamos durante esos más de quince días que estuvimos preparando la famosa oposición.

La estancia en Barcelona fue maravillosa, siempre amaré Barcelona, me enamoré de ella, sentimos que era otra cosa, era una ciudad como no habíamos conocido ni por asomo; prácticamente no habíamos salido de Galicia más allá de galicia mismo o de Asturias, y habíamos hecho un viaje fin de carrera por Andalucía, confluyendo en Madrid. Pero todo rápidamente, claro. Barcelona era diferente, muy diferente. Pero sobre todo era diferente la gente, se notaba algo especial, un tono cultural, un saber estar, que enseguida nos enganchó. Las chicas, teníamos 18 años, eran también diferentes, más atrevidas, más mujeres, más atractivas, vestían también de otra forma, más moderna. Además, era el mes de junio, y todo estaba en plena ebullición, porque allí se celebraba, aunque de otra forma, las hogueras de San Juan, y luego había el San Pedro, unos días más tarde.

Total, que era época de fiestas, y yo, creo que por primera vez, ligué con una chica que me pareció la mujer más guapa del mundo, y más graciosa, y por supuesto, simpatiquísima. Un ligue para ir a bailar, fuimos a las fiestas ….. un ligue de muchas miradas, y poco más. Ligues de mi época, o mios, porque habría algunos que se lo montarían mejor. Fueron unos días estupendos. Y realmente preparamos la oposición, los dos. Meije más serio que yo, pero yo también.

Nos presentamos al primer exámen y lo pasamos en muy buenos puestos. Entonces ocurrió algo, me ocurrió algo, recibí una llamada telefónica de mi padre, diciéndome que uno de mis profesores de La Coruña quería ponerse en contacto conmigo: era el Secretario General del Banco de La Coruña. Recuerdo que lo llamé -no era una cosa fácil en esa época llamar por teléfono- y se puso inmediatamente al teléfono y me propuso que me incorporase al Banco de La Coruña, luego absorbido por el Bilbao, hoy BBVA, en la sede de Madrid, y de esa forma podría estudiar y trabajar al tiempo, y en la capital. Me quedé anonadado, hablé después con mis padres, y me animaron. Ellos veían mejor que estuviera en Madrid, porque estaba más cerca que Barcelona, de donde vivíamos. Al final, me presenté al segundo exámen de la oposición -que tenía tres-,también pasé holgadamente, igual que Meije, y ya no me presenté al tercero, que Meije aprobó y se quedó en Barcelona, y yo volví a pasar cuatro días con mis padres y regresar inmediatamente a Madrid para incorporarme el primer día de julio a la sucursal del banco. Estuve dos días en Carballiño con mi madre, que tomaba las aguas para sus dolores de vesícula, y todo me iba tan bien que conocí a una chica de León que le gusté, pero duró sólo dos días ….. que pena.

Otro día seguiré contando.

Entradas relacionadas

4 comentarios en «Recuerdos (6) Verano del 63»

  1. «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla …..», la del Palacio de Dueñas de los Alba. Estoy leyendo, por recomendación de un amigo, el libro de Gibson sobre Machado: «Ligero de Equipaje», y tengo que reconocer que no me está entusiasmando, demasiados datos, para alguien que no le gusta lo farragoso, que ha buscado una y mil formas de sintetizarlo y que sólo guarda en el fondo de su cerebro algunos datos, sólo algunos. Los «recuerdos» de Machado, removidos por Gibson, han removido mis recuerdos. Releyendo lo escrito está claro que no sirvo para hacer autobiografías, faltan datos, faltan muchos datos, falta emoción, sólo hay sentimiento. Pero igual iré aprendiendo.
    Quería contar algo más. Desde pequeño, y no sé porqué, me fijé como meta no morir antes del 2012. Sin duda, era atrevido, dado que estábamos en los años cincuenta y la esperanza de vida no sería muy superior para mí en ese momento. Hasta es probable que lo pensara en función de la estimación de esperanza de vida que hacía el Anuario de Estadística del INE, ahora que lo recuerdo, puede ser. Lo cierto es que eran 68 años. Siempre he seguido pensando en esa fecha …… Tuve unos años de crisis, cuando murió mi padre en 1973 sin poder ver la transición española, en las que pensé que «no tenía buenos antecedentes». Mi madre muerta a los cuarenta y tantos años, mi padre, con unos pocos más. Hace unos años, ya casi quince, empecé a pensar que tenía que ampliar mi plazo hasta los ochenta años, es decir, hasta 2024, y «me añadí» doce años más. Lo cierto es que hoy me siento joven, hasta muy joven, y lleno de energía. Este nuevo plazo me lo dí cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona, en el 92, fue una especie de «regreso» a Barcelona en muchos sentidos. Me sentí renacer, tenía 44 años y no era cosa de acabar antes de los 80.
    Hace unos meses decidí que mi plazo «lo tenía que volver a negociar», y me propuse diez años más, pero cuando lo comenté con un amigo, me dijo y por qué no 12, y lo acepté. Total que ahora ando por los 92. Creo que a partir de ahora, empezaré a reducir el plazo, a «recular», pero siempre hay tiempo, ahora mismo siento que 2036 es posible. ¡Cómo cambian las cosas a lo largo de una vida! Ahora dicen que nuestros nietos tendrán menor esperanza de vida que nuestros hijos, por eso del cambio climático y sobre todo, por la comida basura y todo eso, que la esperanza de vida media va a bajar unos añitos. Igual tengo que rebajar mis pretensiones y conformarme con algun tiempo intermedio. Pero es conveniente estar preparado para todo. Hace tiempo pienso, aunque no sea cierto, que si mis enfermedades son mías, yo puedo controlarlas. Lo que sí tengo claro es que me gustaría morir cuando lo desee, y que una inhabilitación importante, me llevaría sin duda a materializarlo sin dudar. No, no me gustaría ser un vegetal o parecido.

  2. Voy a hacerte una breve recomendación para ayudarte a prolongar la historia de tu vida que está narrada con mucha pasión. Me me gustaría aconsejarte otro libro, no sé si lo habrás leído ya, que tal vez te ayude a cumplir ese deseo para esos años futuros. «Las metamorfosis de Ovidio» es un libro extraordinario, ayudó a los dioses del Olimpo a conseguir sus objetivos, espero que también te ayude a tí.

  3. Me alegra oir de tí esos deseos, y a la primera oportunidad, leeré el libro que me recomiendas. Seguro que es una buena recomendación, aunque es evidente que yo no aspiro a compararme con ningún dios, ni tampoco héroe, pero estoy seguro que me será de gran utilidad, como dices.

Responder a roberto carballo Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *