Ya van dos de mis asiduos lectores que me dicen que el ritmo que he puesto en marcha últimamente en el blog es demasiado rápido, que no da tiempo a digerir cosas, y creo que tienen razón. Lo cierto es que me he emocionado, porque realmente lo paso muy bien escribiendo, y me he dado cuenta de que llevaba un ritmo de dos y hasta tres entradas por día, lo cual es para muchos de los lectores mucho ritmo, ya que sin duda no todos los días van a visitar el blog. Intentaré controlarme para bajar el ritmo.
Creo que será mejor asentar, que será mejor sintetizar, que será mejor integrar, que será mejor volver sobre cosas ya habladas, porque este es un blog sobre/para/de innovación, y muchas noticias no se relacionan con la innovación. Por eso, voy a abrir otro blog donde pueda contar y escribir sobre cuestiones cotidianas. Es un proyecto que espero poder poner en marcha el próximo año. De esa forma, este blog seguiría la estela marcada: innovación; y el otro permitiría el comentario de noticias a la luz de mis conocimientos y mis intereses. Por ahora, vamos a seguir igual, con la única diferencia de que volveré a un ritmo de un día una entrada básicamente, para evitar agotar al auditorio.
He hablado muchas veces de los ritmos para la innovación, y estos no han de ser exageradamente estresantes, sino más bien adecuados a nuestras posibilidades de aprendizaje y de interacción. Si corremos mucho, podemos estar excluyendo a muchas personas, y si vamos demasiado lento, aburriremos a otros. Encontrar el punto adecuado no siempre es fácil. Vamos a volver a intentarlo en este blog. Dejaremos que el ritmo nos encuentre.
La emoción y motivación imprimen ritmo, y es difícil saltarse el ritmo que tienes interno. Eso es lo que me viene pasando desde que me conciencié de que llevaba mucho ritmo. He pasado de mucho ritmo a poco ritmo, en vez de pasar a ritmo medio. ¿Eso que significa? Significa que en cada momento tenemos un ritmo, y cada persona tiene un ritmo interno, y ha de ser fiel y coherente con dicho ritmo. Por ejemplo, el director de tráfico se empeña en que mucha gente cuyo ritmo es digamos de 150 kilometros hora tengamos que ir a 120, eso hace que nos distraigamos con mucha más facilitad.
Es un error, un grave error, un gravísimo error. No depende tanto del coche como de la persona. Yo veo a mucha gente con coches que podían circular mucho más rápido y que sin embargo, ellos no irían nunca más rápido de lo que van, y a mi me resultan lentos. Pero es su ritmo. Forzar el ritmo a los que conducen bien a 150 y no a 120 es un grave problema, porque esa fricción se va a resolver de otras formas, con alteraciones del ritmo y donde se dedica más atención a que no te pille el radar que a conducir, y eso al final es nefasto, como vemos por los resultados. Por otra parte, los que tienen un ritmo lento, tampoco se van a situar en los 120 kilometros hora, no se puede bailar un bolero a ritmo de samba o de salsa o merenguito, pero seguro que tendrán un nivel de accidentes similar, porque su ritmo es menor y si lo fuerzan, pueden tener problemas. Pues bien, si eso puede ser casi cierto para las personas; hay ritmos adecuados para cada actividad. Por ejemplo, la actividad formativa, sobre todo, la llamada continua, siempre tiene un ritmo superior al que se necesita para aprender y aplicar los aprendizajes. Es muy superior a lo que sería conveniente, pero los compromisos de los contratantes obligan a imprimir un ritmo que es inadecuado para poder ocnseguir la máxima eficiencia en el trabajo docente. Lo mismo ocurre con el ritmo de aprendizaje en las aulas y así. Hasta ahora nadie parece haberse dado cuenta de que todas las actividades no requieren el mismo ritmo para ser eficientes, y eso hace que despilfarremos recursos, muchísimos recursos, haciendo las cosas más rápidas o más lentas de lo que es conveniente hacerlas.