Hoy dormí bien, me levanté temprano y sabía que tenía un trabajo pendiente, que tenía que resolver por la mañana. Me puse con la revisión de los materiales de un número monográfico para una revista científica, y tengo que reconocer que una hora después me sentía algo deprimido y no sé si tan cabreado como el rey ayer, yo creo que más.
Mi tono durante estas semanas no ha tenido nada que ver con lo que hoy me pasó por la cabeza y me hizo desconfiar de personas y cosas que a priori me parecía imposible que pudiera ocurrir. Estas cosas pasan: está uno animado, haciendo cosas y resolviendo problemas interesantes, apostando por los demás, dándoles oportunidades, haciendo el trabajo sucio y el limpio, haciendo casi todo por los otros, y en un momento todo puede derrumbarse. Me he pasado el día malhumorado, muy cabreado, y también bastante deprimido. Todavía no lo entiendo, ¿cómo me pueden hacer una cosa así a mí que siempre pongo al otro en primer lugar? Pues ya ven, cosas del país, cosas de este país de toros. El otro día recordaba en un corto sobre los toros que ahí hay un mito que los españoles, bueno, los de la meseta para abajo, parece que tienen muy claro, y es que al padre-toro-cornudo hay que matarlo en la plaza por el hijo-torero-enmadrado. Pues ese es el sentimiento que hoy he tenido: me han metido una estocada. Por supuesto, no será la última, pero siempre duelen las estocadas, y cuanto más cerca está el niño-torero, más duele.
De todas formas, «más se perdió en Cuba«, que se solía decir. Y pienso que ya estoy otra vez en forma. Las depres hay que enfrentarlas, hay que analizarlas, hay que comprenderlas, hay que explicárnoslas, y hay que buscar oportunidades que eviten que se extiendan. Digo todo esto porque no había escrito nada, porque todo el día he estado perdido, sin ganas, no encontraba ningún tema que me interesase, ninguno. Ahora ya he encontrado uno, el que espero me liberará de la estocada del niño.