Tres frases entrelazadas, de la primera a la tercera, como si subiéramos escalones de la vida.
“Estudiar sin pensar es tan inútil como pensar sin estudiar” Confucio
“Lo peor es educar por métodos basados en el temor, la fuerza, la autoridad, porque se destruye la sinceridad y la confianza, y sólo se consigue una falsa sumisión” Einstein
“El que conoce a su prójimo es erudito; el que se conoce a si mismo es sabio” Lao Tsé
Primero, la tan manida cuestión de la memorización. Memorizar lo necesario, estudiar pensando, pensar estudiando. La memoria nos hace eruditos; el pensamiento, sabios.
Segundo, Einstein nos rescata sobre el método para llegar a pensar estudiando: confianza, sinceridad, autonomía, libertad. No podemos derivar mentes preclaras de modos oscuros y basados en la fuerza y la autoridad.
Tercero, el horizonte: ¿para que aprender? para vivir, es decir, para conocer mejor a nuestros semejantes y sobre todo, para que nos conozcamos a nosotros mismos. Eso, que normalmente tenemos tan olvidado, es lo que finalmente, en el horizonte lejano, importa de los procesos educativos hasta el final de los días.
Que poco hemos avanzado desde que se pronunciaron estos pensamientos tan sabios. Teníamos que valorar más a nuestros maestros y seguir sus pasos, recordarlos de vez en cuando y tener en nuestra mesilla de noche frases de este tipo, y cada día reflexionar sobre una de ellas y aplicarla con acciones concretas en nuestro comportamiento diario, como cuando aprendemos un idioma y tratamos de incorporar los términos nuevos en nuestro vocabulario habitual. Esto nos llevaría a mejorar nuestra conducta e intentar cambiar aunque fuera pasito a pasito al menos el mundo que tenemos más cercano.