La inflación es producto de relaciones sociales, y sobre todo, en la fase de globalización, de relaciones de poder. Ya sé que esto no es muy ortodoxo, pero hace tiempo que lo formuló mi maestro José Luis Sampedro, ahora maestro de las letras. Lo decía en «La inflación en versión completa», publicado ya hace años.
Puede parecer que el síntoma, aumento de precios, es la inflación, pero no es así como tantas otras cosas. Lo dejo aquí porque no quiero ser demasiado teórico, y hoy quería hablar de lo que se suele decir en el argot: «repunte inflacionario» y parece, sorprendentemente, que nos ha pillado «en pelotas».
Resulta que en España se ha producido un fuerte «repunte», y se atribuye a petroleo -que raro- y a productos alimenticios -que raro-. Lo que más me choca es que sólo sea una cantidad relativamente baja, porque las subidas, sobre todo las de los productos que compramos para comer, ha sido fortísima, particularmente en los perecederos.
Es indudable que el aumento de los precios del petroleo no ha sido demasiado grande y puede incidir relativamente poco en el índice, ya que el petroleo se cotiza en dólares, y el dólar anda de «capa caída» con el euro, por lo que las subidas no se reflejan realmente en nuestros precios, aunque lo hayan hecho. En todo caso, eso no es lo importante, sino que el petroleo es un recurso natural, privilegiado, porque ha sido introducido casi en formato monopolista en nuestro consumo cotidiano, esta monopolizada su producción por grandes multinacionales, y por pocos países, y aún encima, el aumento de la demanda es más fuerte que el de la oferta, es indudable que las empresas productoras y comercializadoras y esos países productores se «benefician» en formato monopolístico de los consumidores y lo normal es que los precios sigan y sigan y sigan subiendo, como si fuera una montaña rusa que quisiera llegar al cielo. Las alternativas son pocas, no están financiadas y en el fondo, pocos de los grandes poderes tienen interés en que se reduzcan. Los Estados estan encantados con lo que obtienen el petroleo y derivados, donde los impuestos han financiado casi totalmente en muchos casos los llamados estados de bienestar o de beneficencia, ¿qué harían los Estados nacionales sin el petroleo? Dejo la respuesta a quién quiera …. pero poco.
Y respecto a los alimentos, sobre todo la intermediación que es la que acaba quedándose con la parte del león, ha encontrado una buena disculpa en la aparición de una nueva fuente de demanda no prevista -los biocombustibles- para que de pronto y de forma casi misteriosa, los precios de los productos perecederos -que en principio no están en su gran mayoría en esa utilización alternativa- se disparen. Ha sido llegar el final del verano y una espiral inflacionista que todos estamos pagando cuando tenemos que volver al supermercado. Y aquí es algo similar a lo que pasó con el euro, la relación de poder y las expectativas facilitan una subida de precios, que es lo que lamentablemente, y sin aumento substancial de costes, se está produciendo. Relaciones de poder, porque en el fondo es la oferta la que promueve la elevación de los precios, pero que no me hablen de aumentos de costos, porque no es más que cierto en una minímísima proporción, dado que los costes de producción en origen de estos productos no suelen ser mayores de un 15 o 20 por ciento de lo que luego son cobrados en los mercados finales de consumo. Por tanto, tendrían que aumentar estos costes en un 30% para repercutir en un 5 o 6% en los precios al consumo, dada su ponderación. Lo cierto es que un aumento de 1 en precios en origen, se traslada al precio final, ni siquiera en la proporción de 1 a 5, sino que la red de poder intermediario se aprovecha y traslada una proporción de 1 a 8 o de 1 a 10 en esos precios. Lo que hacen los monopolios, y sobre todo, aquellos que no están ocupados, sino sólo ocupados en saber como pueden obtener más margen todavía. Sólo hay que acercarse a esos grandes asentaderos que son los Mercamadrid y similares, para darse cuenta de como corre el dinero fácil, obtenido de márgenes incomprensiblemente elevados, porque de ninguna forma de justifican ni por el trabajo realizado, ni por lo que sería una adecuada distribución de las mercancias que pasan por ahí. ¡Qué gran chollo es ser intermediario!, esos si que son «negocios» y no otras quincallas.
Las subidas de precios son continuas. Ya no hay deflaciones, ¿alguna vez bajan los precios? la respuesta es no, porque si bajaran en algunos escalones todavía competitivos, inmediatamente un escalón más arriba y siempre antes de llegar al consumidor final, se «apropiaría» de esa bajada y la convertiría en subida. Los precios suben porque es la oferta la que domina el mercado, al menos la que está situada inmediatamente antes del consumidor, y siempre se nos presenta de tal manera que finalmente «pagamos todas las facturas». Y la oferta domina el mercado y marca pautas, porque tiene poder, porque controla el mercado, porque se constituye en diversos formatos de monopolio, y porque de esa forma, no sólo los precios aumentan por el aumento de costes, sino y sobre todo, por el aumento más que proporcional de márgenes. Y sin duda, los márgenes, es decir, los beneficios son una parte del precio final. No es, como hablan los economistas en competencia «perfecta» (sic) algo que se estabiliza en torno al coste del dinero, sino que son los monopolios los que se apropian de más de lo que les correspondería en régimen de competencia y transforman sus márgenes, de normales en «deliciosamente rentables». Por supuesto, sus fuentes de explotación son dos: hacia atrás, los productores en competencia; y hacia adelante, precios con tendencia al alza y márgenes que aumentan. Hace treinta años una buena retribución del capital era un 12%, que era la tasa media de ganancia en España, muy superior a la media mundial, que no llegaba al 9%. Ahora no tengo datos de las tasas medias de beneficio, pero estoy seguro de que para el sector monopolista -que cada día está más concentrado, pero es más potente- superan con mucho más del doble de lo que era hace treinta años; y en tanto, para el sector competitivo e informal, esos márgenes se han reducido a lo mínimo, es decir, a lo que represente la media de los dos sectores. En todo caso, el beneficio proporcionalmente ha aumentado fuertemente, para el sector monopolista. Y este marca la pauta respecto al beneficio del sector competitivo y respecto a los precios finales.
Y que puede hacer el Estado. Poco. Les gustaría, pero en el fondo no son más ni menos que lo que son los integrantes de la gran concentración de capital que son los monopolios, y en el fondo les entienden perfectamente, y derivan sus fuentes de ingresos del mantenimiento de esos niveles de precios y de márgenes, ¿cómo iban realmente a atacarlos? El lenguaje del Estado se parece al de los monopolios y a veces es todavía más monopolista como indica James O´Connor, «se entienden entre ellos» y tienen intereses muchas veces coincidentes. Como mucho el estado puede regular a los pequeños, que cada vez son más y más débiles, pero ¿quién se atreve a regular a los grandes monopolios y poderes? Y sino, miren uds. lo que ocurre con la intermediación. Es un foco de poder, de beneficios extremos, de injustificados márgenes, y mientras tanto productores de origen, como consumidores finales padecen las consecuencias de su inflación. Y los Estados, como no pueden hacer nada, hacen «la vista gorda» con la inflación misma y tienden a minimizar sus efectos, porque electoralmente se ve más reconocer que el aumento de precios es lo que es, es decir, mucho más de lo que oficialmente se acaba mostrando.
Ah, y un apunte más, la inflación subirá ahora que la crísis se está empezando a manifestar de forma que puede empezar a «atacar» los beneficios de los monopolios, como ya está haciendo. Los precios siempre son una forma de trasladar los problemas a otros sitios, y quienes mejor que los consumidores y los del sector competitivo, para que se apañen con las consecuencias. Claro que va a seguir. Mientras la parte débil aguante.
Decía Celso Emilio Ferreiro, el gran poeta gallego,
«I eu, morrendo
nesta longa noite
de pedra»
y en otro poema:
«Dinlle ao patrón a frol do meu esforzo
i a miña mocedade. Nada teño.
O patrón está rico a miña conta,
eu, a súa, estou vello»
Claro que siempre podemos pensar que son ….. poesías. Nada más que poesías.
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