«Todo se fia a la recomendación y a la intriga, nada a la justicia y a la razón» afirma Lucas Mallada en «Los males de la patria», escrito en 1890, ocho años antes de la pérdida de las «últimas» colonias de Cuba y Filipinas, 31 antes del «desastre de Annual», 41 antes de la proclamación de la II República, 49 antes que el franquismo, 63 antes del Concordato y 64 del acuerdo de bases con los USA, 85 antes de la finalización del régimen y el acceso a la transición, 102 antes de las Olimpiadas y la Expo, y 117 antes de hoy mismo. Cuanto tiempo y tan poco para cambiarlas.
Enchufes para conseguir empleos, intrigas para no ponerse nunca de acuerdo, por causas difíciles de ser explicadas, la justicia se juega en la política y sobre posiciones cambiantes -parece que nos adentramos cada vez más en 1984-, y la razón no tiene cabida, ni siquiera porque se haya puesto en la calle un periódico con tal nombre. No hay razón, porque hay poco conocimiento. Lucas Mallada volvería a deprimirse con la moralidad pública dominante, con sus intrigas y la falta de solidez de nuestros dirigentes, aún más quizás que en esos años de Restauración y de alternancia de partidos. Al menos, había sindicatos, aunque en parte clandestinos; al menos, había una cierta oposición; al menos …….
De todas formas, la igualdad de oportunidades no ha sido nuestro punto fuerte. Siempre me podrán decir que los hay peores, y estoy seguro, pero en el fondo importa poco que haya peores, el tema es que nosotros seguimos estando …. ¿no creen?
Nuestra oferta de empleo siempre ha sido raquítica en cantidad y calidad, y ahí está el problema. No creamos empleo suficiente, y el que creamos, como hemos hecho, el la última fase en que la construcción ha sido el «gran motor» del crecimiento, qué quieren que les diga. A todo eso se ha unido una fortìsima tendencia neoliberal, que ha transformado el panorama del mercado de trabajo, y lo ha convertido en el más neoliberal de Europa, con altísimos niveles de precariedad conseguidos en bien pocos años, con fórmulas varias que reducen el coste de todos los tipos de mano de obra, como es el caso de las prácticas -no es que yo esté en contra, me parece más que razonable que existan, pero estoy en contra de la forma en que se utilizan en la mayoría de los casos, sencillamente para dependizar y para reducir los costes salariales reales, teniendo «plazas de prácticas» que se renuevan constantemente, sin dar opciones para la integración en la plantilla fija, y no son pocos los que lo practican-.
A veces nos quejamos de que nuestra juventud tal o cual, pero lo cierto es que les ha tocado vivir una época difícil, ¿cómo no van a tener un tono más acentuado de rechazo? ¿cómo ha de parecer que no lo tienen? ¿cómo han de ser bipolares, como ahora se dice?
Estoy totalmente de acuerdo y eso se refleja en los estudios. Una vez que tener un máster o un doctorado ya no juega un papel tan importante como antes, sólo los busca quienes están preocupados de la realización personal porque la profesional…
Sí, a la juventud actual le ha tocado una época difícil. Pero también le tocó cuando eran jóvenes a nuestros padres y a nuestros abuelos y a nuestros bisabuelos …
Hoy son los contratos en prácticas, ayer era el paro o la crisis, antes de ayer la emigración a Europa y a Latinoamérica … Siempre nos hemos movido en un marco de necesidad.
La necesidad. ¿Estímulo o barrera? ¿Se puede superar en un entorno que siempre es difícil? ¿Por todos?
¿Qué hacer en un sistema que con demasiada frecuencia sólo se interesa por la primera línea de los curricula, aquella que contiene el nombre?
Los expertos sabemos que nuestra sociedad, nuestro sistema económico y empresarial no genera la oferta de trabajo suficiente en cantidad y en calidad, que es un sistema donde continuamente escasea el trabajo. Siempre ha habido más demanda de trabajo que oferta. Y eso es claro que es un defecto estructural del sistema. Cuando vamos a U.S.A. o a U.K. nos suele sorprender la gran cantidad de anuncios en todos los sitios, donde se demanda a trabajadores para trabajos concretos. El mercado es más fluído y normalmente existen puestos de trabajo suficientes para todos los que quieren trabajar. Eso no ha ocurrido en una economía como la española donde la tasa media real de desempleo se ha situado continuamente y en la historia por encima del 20%. A veces, mucho más. Si los cálculos los hiciéramos bien, nos daríamos cuenta de que nuestro sistema empresarial es poco creador de empleos, porque está más preocupado por los costes que por las oportunidades, por los costes que por la calidad de sus prestaciones y de destino al cliente, de sus costes y no de sus trabajadores. Las tasas de actividad en España son sorprendentemente bajas, si las comparamos con la media europea; durante años hemos sido emigrantes y hemos «expulsado» a un montón de parados, que luego, claro, no se reflejaban en nuestras estadísticas y aún así teníamos tasas de paro superiores al 15%. Por eso también, el empleo público ha sido forzosamente mayor del necesario, y ha crecido más de lo debido, porque las oportundades del sector privado han sido menores de las que debían haber sido, dado que estamos en un sistema de mercado capitalista. No ocurre lo mismo en la mayoría de los países avanzados europeos, donde es excepcional que las tasas de paro superen al 10%, muy excepcional, porque casi nunca se alcanzan, salvo situaciones entre la primera y la segunda guerra mundiales. Nosotros hemos tenido que ir a la emigración, y todavía hoy soportamos tasas de actividad bajísimas en relación con la media europea o la de Estados Unidos, que no es precisamente alta. Y todo es nuestro sistema empresarial, más preocupado con no gastar, más preocupado con hacer negocios, que con dar un buen servicio, que prestar un servicio inigualable a sus clientes, o de hacer empresa, porque lo que realmente faculta a la empresa socialmente no es que gane más o menos dinero, sino que genere empleo.