«La patronal francesa financia en secreto a los sindicatos para facilitar sus relaciones». Sabíamos que había sindicatos amarillos, sabíamos que algunos sindicalistas se vendían en momentos críticos, sabíamos muchas cosas, pero mire por donde, a los patronos del metal francés les ha interesado «untar» a los sindicatos del mismo sector para «fluidificar las relaciones sociales».
Todo se puede llegar a entender si tenemos en cuenta que los sindicatos se han quedado «fuera del pastel», y que para los empresarios es mejor tener sindicalistas y sindicatos con los que hablar, que tener que hacerlo por movimientos asamblearios. Y los sindicatos han ido perdiendo poco a poco, después de haber empezado la pendiente desde aquél pacto suicida de Lasalle con Bismarck, que sentó las bases del estado del bienestar y «vació» las fuentes de financiación sindicales y las traspasó al Estado. Ya sólo quedaban las «cajas de resistencia» frente a las penalidades derivadas de la acción huelguista. Y lentamente fueron perdiendo su interés.
También las cuotas de afiliados pasaron lentamente a deteriorar su porcentaje de los salarios, y pronto pasaron del séptimo o el décimo de un salario, a cantidades inferiores, hasta hoy en que ser afiliado de un sindicato cuesta bien poquito, casi tan poco, que los afiliados suelen no pagarlo. Al tiempo los sindicatos dejaron su autonomía por la subvención y la dependencia de los presupuestos del Estado, vía directa o indirecta, y su posición en los consejos laborales se conseguía no por afiliados, sino por votantes, con la consiguiente separación de la función sindical de la práctica sindical, y la burocratización correspondiente.
Ahora nos enteramos que un paso más es ser financiados por las patronales. ¡Qué pena que tengamos que hablar sobre esto! ¡Qué dura se nos hace esta triste realidad!. ¿Para qué sirven pues los sindicatos? ¿Para reforzar el sistema, para canalizar las expectativas y demandas sociales y contenerlas? Y todo en secreto. Muy duro, sí, muy duro. Pero creíble, por desgracia.
El sistema lo deglute todo, lo institucionaliza, y lo fagocita. Es como un pantagruel, como un agujero negro que se lleva todo por delante. El mercado marca las reglas, y la principal ley del mercado es su mala distribución; una distribución ciega, y por eso tan valorada -parece que todo lo ciego puede ser más objetivo, por ciego, cosa que no es cierta-, una sistemática ciega que hace más rico al que ya lo es, y más pobre al que está en las últimas.
Los más desprotegidos en este momento son los trabajadores, no tienen defensa posible. Los salarios medios tienden a la baja, tendrán que aportar más tiempo y más calidad de trabajo para cobrar cantidades inferiores,y todos los años, ese proceso se acentuará sin compasión, para acentuar los márgenes de beneficio medio, y sobre todo, los beneficios extraordinarios del sector monopolista.
Los sindicatos se van desmontando poco a poco, y pierden su funcionalidad y su interés porque «no pueden negociar», no tienen bazas en la negociación y si presionan, pueden encontrarse con procesos deslocalizadores que a la larga los harán depender del seguro de desempleo o de unas indemnizaciones sin empleo futuro. No tienen fuerza negociadora. La huelga es una buena solución para deslocalizar o desinvertir; la amenaza no es creíble para empresarios o empresas. Casi nunca la huelga fue efectiva, pero hacía daño, mucho daño, también a los propietarios, y la temían. Ahora es más normal lo contrario, que sea el empresario el que haga un lock out, o que se vaya a otro sitio o que empiece a producir en China o en Singapur o en el medio de Africa y reduzca los puestos de trabajo disponibles.
Total, que no hay forma de negociar, por tanto, ¿cual es la función de los sindicatos? Meramente residual. Pero son necesarios esos representantes, porque casi hablan el lenguaje de los que tienen poder, y es más fácil hablar con ellos que con masas asamblearias. Pues, nada, les damos un fondo de dinero negro, ese que teníamos justo para «apoyar a otros empresarios en caso de huelga». Como ya no hay huelgas,es un fondo oscuro, pero innecesario. Lo transferimos a los sindicatos y de esa forman se hacen más «fluidas las relaciones sindicales y laborales». Una solución práctica.