Tengo una idea que hace tiempo camina por mi mente: hay que descubrir a los segundos. Ser segundo es aprender a tener primeros, ser segundo exige de más inteligencia que ser primero, ser segundo permite vivir en un estado de necesidad que es preciso cubrir haciendo algo diferente, ser segundo es como no haber llegado del todo, y por eso, salvo que se sea un conformista, que los hay, supongo, hay que seguir trabajando para llegar. Ya sé que esta idea no le gusta a los líderes y primeros, pero normalmente yo no les gusto y menos lo que digo.

Al Gore era un segundo, demasiado intelectual para ser un primero. No es que lo fuera en extremo, pero sí lo era. Se notaba hasta de los temas que se ocupaba, siendo vicepresidente del gobierno de Clinton. Éste le quitaba toda la pantalla, pero aún así se le veía, porque si me preguntan como se llama el vicepresidente de Bush no sabría que responder, pero Gore era más oscuro, por supuesto, que Clinton, pero se le veía, con todo eso de las nuevas tecnologías e internet, se le veía. Buscó algo donde ser útil y proyectarse, y lo consiguió.

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Cuando se presentó para competir por la presidencia con Bush, no era suficientemente tonto para que lo votasen sus compatriotas -y no es una boutade, eso de que no era suficientemente tonto, porque según otra «teoría», más bien hipótesis, derivada de algo que oí alguna vez, los pueblos «necesitan» al más tonto para de esa forma tener la oportunidad de utilizarlo mejor, y también para quedarse con la esperanza de que sus hijos puedan llegar a ser presidentes como los que han votado-. Aún así, y a pesar de las reticencias que producen las personas que piensan, en los propios grupos donde se desenvuelven, casi le ganó a Bush, lo cual no está nada mal para un segundo. Es decir, para alguien inteligente y que por tanto, piensa «de forma adelantada, lo que todavía no está en el presente». Casi siempre es más adelantado que sus congéneres, lo cual produce una cierta desconfianza en los propios y en los ajenos. Si fuera un utópico o un mentiroso no produciría tanta desconfianza. Curiosamente la reflexión y el pensamiento producen mucha más desconfianza que las promesas de «meternos en un tinglado» o los programas electorales que hasta los mismos electores sabemos que de ninguna forma se van a cumplir, pero «nos dejamos engañar» más fácilmente por el tonto, porque creemos que siempre estará más en nuestras manos, cuestión sin duda engañosa, porque el tonto se hace «listillo» según se sube al pedestal, y entre él y sus cortesanos y fontaneros, monta un gran tinglado defensivo, que le aisla hasta de su propia tontería de lider proclamado, pero poco líder.

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Lo cierto es que Al Gore fue un vice o segundo que alguna vez salía en la prensa, a pesar del mediático Clinton. Y el hombre, después de perder hasta de manera probablemente poco legal, reencauzó sus esfuerzos hacia la superación de esa necesidad que le movía, y se ha convertido en el adalid de la respuesta al cambio climático, y nos ha hecho un gran favor, porque ha permitido reorganizar e impulsar fuerzas que estaban dispersas y no tenían o no se atrevían a formular sus proclamas y voces sobre la realidad de nuestra participación activa en una de las grandes preocupaciones derivadas de nuestra industrialización y su consiguiente, consumismo. Esta haciendo una gran labor, que tiene más relevancia porque su contrincante para la presidencia, lo hace mucho peor y se ha convertido en el boicoteador de las medidas para superar esta situación, congelándolas o no siendo partícipe y aceptador de Kyoto.

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Su idea y su pensamiento se han ido reflejando a través de un trabajo de científicos que se han amparado primero, y proyectado después a partir del IPCC. No sé si merece o no el Premio Nobel, pero sin duda su esfuerzo de estos años ha sido muy interesante estratégicamente para la humanidad, y ¿por qué no?.

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Pero yo quería resaltar el papel de los segundos. Los primeros dejan de ser primeros y se dedican a enredar o a ganar muchos dólares dando conferencias y dejándose invitar a todos los foros posibles, para seguir teniendo la voz que ya «han perdido». Algunos también se hacen de oro asesorando a los rusos o a los murdoch, y …. «no quieren dejar de influir». Resultan hasta un poco molestos, sobre todo para los que ahora son primeros. Los segundos, la mayoría de las veces «desaparecen», pero como decía uno de mis maestros «tienen que ser más inteligentes que el primero», y por tanto, muchas veces, si la inteligencia real la unimos a la necesidad de llegar o de alcanzar lo que no han vivido, les permite seguir siendo buscadores, inquietos, innovadores y …. no quieren jubilarse, y aunque nunca llegarán propiamente a primeros, porque son demasiado inteligentes para ello en términos relativos, ellos siguen buscándo y algunas veces, como en el caso de Al Gore nos hacen el favor de encauzar la conciencia social hacia la «concienciación» de las masas, de lo mal que hacemos muchas cosas y de los peligros a que pueden conducir el egoismo sumado a otros egoismos de todos nosotros. Y no como decía Adam Smith que la suma de egoismos conducía a la riqueza, sin duda, a la riqueza, pero de unos pocos.

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Al Gore se ha convertido en el Pepito Grillo de las conciencias de los que no quieren tener límite para seguir acumulando y dominando a los demás e imponiéndoles formas de vida que más que de vida son de muerte. ¡Felicidades, Al, y enhorabuena a todos!. Es preciso regenerar el espacio social y adelantarnos a los peligros que vamos generando con tan poca conciencia de que los otros también existen: regenerar la sociedad a partir de profundizar en el conocimiento de sus tendencias, de sus límites y de sus inconsistencias. Y para ello también necesitamos líderes que promuevan estos espacios, que nos «permitan» mostrar públicamente nuestra repulsa y también las soluciones para reencauzar esas tendencias, tantas veces, por desgracia, apocalípticas.

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No necesitamos primeros, sino segundos, que tengan conciencia de ser segundos, de ser de los que apoyan, de los que saben promover sin «captar tanta cámara», porque no se trata de supermanes, sino de cuestiones que todos podemos resolver, y todos somos segundos, menos algunos que ponemos como primeros para que puedan ser a veces el monigote de feria y otras «ese imbécil» que se ha creído su propia megalomanía. Si, todos somos segundos, porque en un 95% del tiempo lo somos, y no es nada malo serlo, porque ser segundos es todavía sentir la necesidad de superar, es sentir la necesidad de pensar para «hacernos compatibles» con la irracionalidad del liderazgo, es sentir que no hemos llegado y que tenemos que seguir la búsqueda de soluciones y apoyarlas, es sentirse segundo, es decir, alguien que nunca va a ser primero, y consecuentemente, puede seguir vivo y probablemente «padecerá» menos la estupidez que como decía Nietzsche deriva del poder. Todos debíamos aprender a ser segundos. Es una buena profesión, y puede llevar a un buen Nobel de la Paz.

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2 comentarios en «Segundos»

  1. Habitualmente todos somos segundos. El primero sólo puede ser uno. Pero todos aspiramos a serlo. Y de esta necesidad debería surgir el afán de superación que nos hace progresar y tal vez encontrar un campo en el que ser el primero: nuestra propia vida, vivida por nosotros y para los demás, no para nosotros y por los demás.

  2. Yo añadiría aún más: pienso que vale la pena ser segundo, se puede tener una distancia adecuada de las cosas y de los problemas, y por eso se puede pensar mejor, ser más efectivo y tener que salir menos en la foto. Yo, al menos, prefiero ser segundo. Ya hay muchos candidatos para primero. Además, se aprender la humildad y se aprende a «servir» a otro, lo cual no implica supeditación, sino aceptación de que las cosas pueden funcionar mejor cuando se complementan en pareja, en grupo pequeño o en equipo mayor. Es una opinión, pero yo me siento así más a gusto, y rindo más. Muchas veces, el exceso de presencia y de tener que dar la cara, desgasta demasiado para compensar realmente el hecho de tener «tanto supuesto poder». Al final, como pasaba en una gran empresa donde trabajé, el director del gabinete pedía que las propuestas para aprobar la comisión directiva y aprobar el presidente, no tuvieran más de cinco o diez líneas, donde uno tenía que explicar todo. Al final, el que menos sabía de las cosas era el que presidía o los que iban a la comisión directiva. ¿Se me entiende? Pues prefiero ser libre y saber, estar a la distancia adecuada -ni muy cerca,ni muy lejos; si estás muy cerca no tienes panorámica, y en realidad, no ves bien, y si estás lejos, peor todavía, pueden ser solo borrones en el cuadro-, prefiero sentir que puedo pensar con libertad, y proponer con libertad, a tener el privilegio de decir si o no a cosas que sólo conozco superficialmente. Hay gente para todo.

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