¿Dónde hemos puesto a nuestras librerías? Respuesta: en un rinconcito perdido …. Las hemos alejado de nosotros, las hemos convertido en algo extraño, en algo demasiado vacio. No, no se lee. Y no se lee, se piensa peor, y ¡pobre innovación!.

Me parece que conté alguna vez que paseando por una calle paralela a Copacabana en Rio de Janeiro me sorprendió que casi en cada manzana había una amplia librería, muy profunda, y había mucha gente en todas. No era una hora especial, ni un día especial, era un día de diario, y a primera hora de la tarde, y había mucha gente en todas. Es más, lo que más me sorprendió, y perdonen la «boutade» es que en todas ellas había mujeres hermosas, esas mulatas de cine, pues esas, con sus tacones altos, y mirando libros y supongo que comprándolos. Estoy hablando de Rio de Janeiro. Lo he vuelto a ver en otras muchas ciudades brasileñas, donde -si me permiten- las personas parece que les gusta leer, o al menos llenar las librerías. Lo he visto en São Paulo, en Recife, en Salvador, ……

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En Madrid no es así. Hay pocas y se cierran de vez en cuando. En mi barrio abrieron una relativamente simpática, con buena oferta, aunque corta, claro, porque era pequeña, y duró dos años …. supongo que penó dos años. La cerraron, se supone que por falta de clientes. Yo siempre iba cuando salía del pescadero, y me compraba algo, pero tengo que reconocer que no había casi nadie, como mucho otro/a como yo que acababa de ir de compras.

Sabían que los bancos se extendieron tanto, y había tantas sucursales, porque decían que cuantas más había más se animaba al personal a abrir cuentas y a pedir dinero. De ahí que hubo un tiempo que en cada esquina habia no uno, sino dos o tres sucursales bancarias. Si vale la reflexión para el mundo de la lectura, está claro que en Madrid no se puede leer, porque es difícil encontrar librerías.

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¿Qué hay para sustituirlas? Pues hay unos chiringos, típicamente pueblerinos, donde se venden periódicos y todo tipo de revistas y tienen unas estanterías, más bien pocas, para mostrar la mayoría de las veces, lo más deleznable en términos de calidad literaria, entiendo que lo «más vendible». También tenemos kioskos -me encanta la palabra- donde igualmente se venden periódicos y revistas, pero ocurre que unas cuantas multinacionales y nacionales del papel se han empeñado en vendernos material «como si», a base de colecciones más bien lamentables, con excepciones, sobre todo lo que uno puede tener ganas de leer y no va a leer. De Historia, de Arte, de novela policiaca o negra, de ……. Los Kioskos y los chiringos son los que «hacen cultura» en este país. Esta claro que ellos sólo son la parte final y menos responsable de la cadena productiva que han forjado los grupos editoriales, normalmente vinculados a medios de comunicación. Nos venden ….. na de na, que diría un amigo mio, «como sies», que diría el otro que es psicoanalista, «mierda» diría el castizo y «basura», una amiga mía que siempre aporta su elegancia en el decir.

Resumen: no hay librerías, se han sustituido por chiringos y kioskos …… pero eso ni mucho menos es todo. Las pocas librerías auténticas malviven y las que no lo hacen, han rutinizado el conocimiento, y no encuentras a libreros -que te pueden orientar o recomendar cosas interesantes-, sino a dependientes-vendedores, que si tú sabes lo que quieres, te dicen que está en tal o cual estantería y poco más. Es raro encontrar a alguien que le gusta y sabe lo que está haciendo, como es el caso que quiero resaltar de mis ya grandes amigos de Fuentetaja en la calle San Bernardo -que por cierto, Jesús es tan atrevido que se ha cambiado otra vez en la misma calle y esta vez en un sitio delicioso, que hasta tiene el antecedente de la Pardo Bazán, esa maravillosa mujer que ligaba con Pérez Galdós-.

Para dar una idea todavía más realista y triste, voy a poner un ejemplo que me pasó el pasado fin de semana en la Cuesta de Libreros de la calle Moyano, Madrid. Buscaba un libro, no me acordaba en ese momento del autor, pero sí del título: «En busca de Spinoza», pregunté en seis casetas y nadie supo decirme ni siquiera el autor o la editorial, y esta claro que no lo tenían. Tampoco tenían ni idea y se supone que son «libreros de viejo», a los que se le supone una cultura y profesión en cierto modo superior a la media. Ni idea. Quizás soy muy exigente.

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Claro, esta semana empecé las clases y como suelo hacer siempre sugiero autores, pero antes de hacerlo, pregunto si alguien ha leído algo de ellos, para de esa forma preguntarles que les ha parecido, de que trata y todo eso, es una forma donde si tienes testigos, estoy seguro de que las recomendaciones se «enganchan» más en las personas que las escuchan. Pues bien, este año he preguntado a más de cien alumnos por varios autores y libros, nada especialmente raro, sino más bien normales, y sorpresa, sorpresa, nadie o casi nadie los conocía. Cito algunos: «Seda», de Alessandro Baricco, que debe llevar como cuarenta ediciones en español; Ernesto Sábato; 1984 de Orwell; Un mundo feliz de Huxley; «El arte de amar» y «El miedo a la libertad»; ….. Algunos de ellos si supieron dar cuenta de otros títulos. Pero lo cierto es que estaba perplejo. No leemos, no leemos, no leemos. Ahora bien, cuando hice un comentario sobre un impresentable programa de prime time, no sé que del matrimonio, muchos levantaron con alegría la voz y dijeron el título, como demostrando la identificación con el impresentable programa de mal-humor y peor educación.

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6 comentarios en «¿Leemos?»

  1. En alguna de mis visitas desde el atolón al volcán he subido por la cuesta de Moyano. Y creo recordar que el predominante era efectivamente el libro antiguo.
    Quizá en este concepto no entre un libro editado todavía en 2005, si es que te refieres al de Antonio Damasio.
    Reconozco que he jugado con ventaja frente al librero. Yo tampoco conocía el libro, no leo todo lo que me gustaría ni estoy pendiente de novedades,
    pero un buscador en un ordenador es una herramienta muy ágil que también debería usar un «librero de viejo».

  2. Ese fue precisamente uno de mis comentarios, cómo, cuando acababan de remodelar las casetas de Moyano, ni uno sólo tenía un terminal de ordenador. Seguro que si les preguntas, te dirán que «no se lo han puesto», gratuitamente claro.

    Si, era de Antonio Damasio, y todavía no lo he conseguido y eso que he ido a varias librerías, entre ellas dos del Campus, pero debe estar sólo en el centro de Madrid ….. ¿cómo es posible que Madrid que ya es centro, haya que ir a su centro para conseguir algo? Sistemas centrípetos, valga la expresión.

  3. En realidad, la lectura se ha sustituìdo , en esta vida aceleradìsima que llevamos, por el zapping de la tv, que encima tiene programas imirables, que te vacìan la cabeza… en realidad esa es la idea… Me emocionò ver a Sàbato en tu relato… he leido cosas de èl y tambièn de Erich Fromm. De todos modos, uno corre, corre todo el tiempo.. y a veces nos deberìamos preguntar, a donde?? pero es la vida, y la cultura del dìa a dia la que nos lleva en esta ruta vertiginosa.
    Un saludo…

  4. Bienvenida, Silvia, al mundo de la innovación. Y sabes, la innovación no es posible sin lo que ya conocemos y sin la experiencia vivida y científicamente trabajada. Por eso es tan importante la lectura, porque no se trata de «hacerlo todo nuevo», sino basarse en la experiencia, como «madre de la ciencia», y hemos hecho ya tantas cosas, que hay que descubrir, que nuestra juventud tiene que descubrir, sin obsesionarse con ellas, pero respetando a los maestros que hay detrás de todo lo que conocemos. Por eso, leer es tan importante, y por eso, mi desesperación ante ea falta de interés por la lectura. Porque la tv como dices bien no es concomiento, es sólo instante, un instante que se pierde con otro instante, sólo superficie, sin profundidad. Leer a Sábato es también saber lo que es sufrir y lo que es vivir; leer a Baricco es saber amar y desamar; leer a Fromm es pensar y anticipar; …… todo eso se aprende en los que nos asombran con lo que nos han aportado. Sino es como si «los quemáramos», como en el gran Ray Bradbury de «Farenheit 451» … El «Gran Hermano TV» mata nuestra búsqueda, nos acomoda, nos fosiliza y hasta «podemos sentirnos felices», siendo solamente espectadores de la vida, en vez de actores.

    Gracias por tu aportación, pensada y que ha hecho posible esta reflexión. Hasta pronto.

  5. Pues como tu decias en otra reflexion y renuevas la idea en esta, yo me quedo con «El extranjero» de Camus o «La Nausea»
    de Sartre, me los aprendere de memoria y nadie nunca podra arrebatarmelos… aunque consigan quemar la cultura.

  6. La verdad es que me costaría elegir. Hay tantas cosas maravillosas que he tenido la suerte de leer. ¿Sabes? Cuando encuentro algo interesante, mi primer impulso es regalarlo, y casi siempre lo consigo. Me encanta regalar lo que me gusta. De esa forma, en mi casa, en muchos casos, me quedo sin aquello que más he valorado, pero sé que hay otras personas que pueden estar disfrutando con ello. Hay libros que he comprado ya cuatro o cinco veces, como el «Gabriela, clavo y canela» de Jorge Amado, o «Seda» de Alessandro Baricco, porque al final me da pena no tener ningún ejemplar en mi casa. Supongo que lo entiendes, ¿verdad?

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