Hoy se ha inaugurado el curso académico en la Complutense y supongo que en otras universidades. Curiosamente, estos días atrás las facultades de mi Campus lucían (sic) un cartel que decía: «El lunes próximo estará cerrado este Centro o Facultad por inauguración del curso académico». Es paradójico, porque si se inaugura no tendría que estar cerrado, ¿a que no?. Pues si. Supongo que la idea es dar vacaciones a todos para que se preparen para empezar. Total, que hoy …. estaban las Facultades y Centros cerrados. Pero eso no era importante en lo que quería decir. Sólo era un mero comentario a algo incomprensible. Véamos.
Esta semana se pone en marcha el curso. ¿Empezamos en un desierto? No, claro. Bueno, lo mejor de la semana, la comunicación informal: pasillos, bares, encuentros, abrazos, comentarios para situarnos, alumnos que ya no lo son, profesores que hemos olvidado y ya no saludamos, …. en fin, una infinidad de situaciones interesantes para que la gente se resitue poco a poco. Muchos alumnos no irán, algunos profesores tampoco, mutuamente pensarán unos de otros que como no irán, ya se enterarán de qué va el curso más tarde, porque tendrá que repetirlo; y los profesores pensarán que como no van todos los alumnos, para que empezar sin todos: así no se empieza, que al menos el primer día estén todos. Además, los pasillos y la comunicación informal hará más difícil ese encuentro necesario entre profesores y alumnos.
La gran mayoría de los profesores tiene claro lo que va a hacer. Yo diría que todos. La mayoría también va a hacer lo mismo que ya hizo el año pasado y tal vez otros años. Algunos hasta se empeñarán en que la asignatura no ha cambiado nada desde hace muchos años, y seguirán erre que erre con la misma documentación, un planteamiento casi igual y el mismo método, que por supuesto, en muchos casos, seguirá siendo el ya famoso de la «clase magistral», que supongo que alguna vez habrá sido magistral, pero …… para qué hablar.
Es cierto que cada vez hay una corriente de opinión y de acción más significativa, aunque todavía minoritaria, que se propone innovar en el proceso de aprendizaje, bajo diversos formatos. Sin duda, no es un mar embravecido. Muchos lo han pensado, pero se han dado cuenta de que da mucho trabajo y que hay que cambiar muchas cosas de las que ya se hacen y se saben. Otros lo han rechazado porque con una actualización de fuentes, se está cambiando contenidos y formas. Y otros, por fin, se han planteado pasar a la acción innovadora, mediante planes y programas conscientes que no sólo permitan mejorar calidad y contenidos, sino y sobre todo, cambiar las formas en el aula y fuera de ella, y motivar a esos alumnos a desarrollar sus capacidades, que son muchas más de las que normalmente se piensa, bajo otros supuestos. Sin duda, es un riesgo para estos profesores, porque cambian, y ya se sabe que cambiar es un riesgo que puede ponerte en evidencia, pero también esta el interés, la necesidad y la indignación ante la calidad de la enseñanza que se imparte.
Otra vez hemos tenido una buena coartada en Europa, para que muchos profesores se animen a introducir participación, a introducir experiencias, a introducir necesidades y oportunidades, a introducir consciencia y perfeccionamiento constante, ….. en el aula. De todas formas, hasta ahora la mayoría de las «innovaciones educativas» tienden a reproducir el esquema básico pedagógico sobre el que está asentada la enseñanza, que no el aprendizaje, en nuestro país.
Muchas de las aportaciones de «innovación educativa» no van más allá del uso de las TIC en estos procesos. Sin duda, las TIC y los espacios virtuales son interesantes como recurso y soporte, pero no resuelven el problema principal. Son «como síes», casi nunca son la solución, sólo que las cosas parece que son más «modelnas» si las situamos en espacios internet o campus virtuales. Pero no es más que una primera aproximación, y hasta puede ser un buen argumento para no cambiar nada. Yo no me fiaría demasiado. Y sobre todo, no se confundirán los términos del problema.
Lo cierto es que mis lectores saben que hace años que trabajamos sistemáticamente en innovación educativa en el aula. Que hemos montado una web llena de nuestras experiencias educativas, trabajadas conscientemente, creo que son 20 las disponibles en dicha web. Qué también hemos puesto en marcha espacios virtuales para trabajar con otros grupos: http://lunacreciente2006.blogspot.com/ y entre nosotros mismos, y que hemos abierto una línea de trabajo e investigación para el conocimiento de las necesidades de nuestros alumnos a partir de su propia experiencia.
Estamos trabajando seriamente, aunque no tan bien como Gauguin. Este año tenemos en marcha dos proyectos de innovación educativa, a más de los que ya hemos abordado en los cinco últimos años. Y siempre o casi siempre mantenemos nuestras experiencias actualizadas, y por supuesto, todos los años nos proponemos más proyectos sobre las que aportar espacios de aprendizaje proactivos, participativos, grupales y sobre todo, basados en la acción-investigación y en la responsabilización de los alumnos de su propio aprendizaje. Ya hemos terminado un libro «Metodologías y Experiencias de Innovación Educativa«(2007) que está en vías de ser publicado en CD, que complementa al que fue su antecedente: «Experiencias en Grupo e Innovación en la docencia universitaria» (2002). Seguimos pues avanzando.
Me acuerdo de algo que conversamos alguna vez sobre la insustuible eficacia de la formación medieval tipo maestro-aprendiz… Justo ahora estamos trabajando en eso… y me causa algo de gracia pensar que para muchos es innovadora una práctica que tiene de antiguo lo que tiene el cerebro evolucionado, el que va una capa por encima del cerebro-lagarto.
Por otro lado, los docentes tipo «magistral» que hoy puntúan alto en las evaluaciones de los alumnos se han apoyado en el show más que en la capacidad de transmitir conocimiento. Es un recurso válido: siempre será mejor mantener despierto al auditorio, aunque sea haciendo algo de comedia, que tratar de que reciba los conocimientos por hipnopedia; sin embargo, me pregunto si en algunos casos no escuda algo de impotencia docente.
Mi primer día. Tres horas seguidas de clase de 8.30 a 11.30 intentando capturar y mantener la atención y el interés de los estudiantes de primer curso que llegan por vez primera a nuestras aulas. Ilusión no falta cuando recibes saludos de alumnos/as del curso anterior que se acuerdan de ti, de la accesibilidad de la figura docente, tal y como nos la planteamos en este grupo de investigación. La llamada a la acción y al trabajo en equipo hay que contagiarla desde el primer día. Y los resultados son siempre gratificantes. La educación de futuro tiene que convertir al estudiante en innovador y en ser activo, preparado para la vida laboral y el trabajo conjunto. De esta forma, frente a la impotencia del receptor pasivo, se genera la potencia para crear, para «ir juntos a por todas».