¿Tiene algo que ver la suciedad con la cultura? ¿Y con el nivel social? ¿y con el poder? ¿Y con el conocimiento? Quisiera saberlo, todas ellas son hipótesis que he ido pensando según daba mi paseo diario por un barrio residencial de clase media-alta de Madrid.

Siempre me sorprende la suciedad de los suelos de los bares en Madrid, pero también en los parterres donde hay un semáforo, y cómo no, en cualquier sitio. Hoy pasaba por un parque de ese barrio residencial, y ¿se imaginan lo que ví? Es inimaginable, indescriptible: un auténtico basurero, que no sólo lo había utilizado alguien en primer lugar, ubicando allí bolsas de basura, sino que otros hicieron lo mismo, porque había muchas bolsas de basura, la mayoría claro destrozadas por gatos y perros. ¡Qué ejemplo para los hijos! o ¡que prácticas de los hijos!.

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La suciedad es una falta de democracia, eso es lo que pienso. Es como pre-democrática, ¿no les parece?. Es una falta de respeto a todos tirar latas, colillas, papeles, calcetines, condones, …. y mucho más que hoy he visto en mi paseo. Claro que para estropearlo aún más, les cuento una anécdota real: un día iba con otro profesor hablando por el Campus universitario de Somosaguas, y dije: «¡qué pena!, fíjate como lo dejan todo sucio y eso que son universitarios»; y el profesor, por cierto de más edad que yo, me dijo: «bueno, …. es que no están muy bien organizados los de la limpieza …..». Me pregunto como se puede ni siquiera pensar que la «culpa» es de los encargados de la limpieza. Si no tiramos nada al suelo, su trabajo sería más satisfactorio y más eficiente, y por qué no, hasta es probable que pudieran trabajar en otras áreas, porque sinceramente, y aunque sea totalmente respetable, ¿verdad que ninguno de Uds. se cambiaría por un funcionario de limpiezas?. Lamentable, sí, lamentable.

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Y es Madrid, señores, es Madrid, por eso mi hipótesis de lo cultural está tan presente. Son cosas que, por ejemplo, no he visto en el norte, aunque los botellones hayan generado una tendencia a ensuciar impropia de un país que se considera desarrollado. Por supuesto, no sólo es Madrid, pero yo puedo hablar con más causa de esta ciudad, en la que llevo viviendo más de cuarenta años. Me pregunto, ¿que pensarán las personas, muchas personas, que nos visitan?, aunque en el fondo no es cuestión de lo que piensan, sino de lo deberíamos pensar nosotros ante tal suciedad.

Lo siento por los que vivimos en Madrid, que no son sólo madrileños. Yo lo atribuyo a ser la capital del poder, sentirse el poder, y que aquí se viene a buscar o a ejercer el poder. El poder es manifiestamente contrario a la democracia y me parece muy correspondiente con la suciedad. Sí, en mi opinión, casi siempre esta sucio, aunque nadie duda que sea necesario, pero difícilmente se sale de esa suciedad, que comparten todos los que tienen poder, se dicen los cuatro poderes, pues los cuatro están muy bien representados en nuestra ciudad, demasiado representados: políticos, senado, parlamento, gobierno, periódicos, magistrados, …. bueno toda forma de poder cabe en el espacio cultural de una capital de un país.

Me contaba un día un policía con que entablé una conversación a propósito de me acuerdo qué, que más de la mmitad de los que paraban para identificarlos, les espetaban: «Ud. no sabe con quién habla», expresión que yo he oido muchas veces y que he aprendido aquí. Demasiado poder para esta ciudad todavía en parte provinciana. Madrid no es suficientemente grande para absorber la cultura de poder y situarla en su sitio, y que otros muchos vivamos de empleos, investigación y demás ….. y no de esa cultura de eso que decía creo que Quevedo: «poderoso caballero es el dinero». He vivido en Londres, y no se nota tanto la capitalidad, aunque claro los británicos llevan más de trescientos años de democracia y eso se nota también en la cultura de la calle. He visto, sin embargo, algunos fenómenos similares en capitales latino-mediterraneas.

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4 comentarios en «Suciedad»

  1. Bueno, tal vez me haya pasado de tono, pero es que ayer cuando volví estaba totalmente indignado. No quiero ofender a nadie, pero es preciso hacer algo, porque es terrible. Alguna vez le reprendí a alguien que tirara un papel a la calle y acabó casi pegándome, enfrentándose conmigo de forma muy lamentable. Esas reacciones no se dan si no existe un «respaldo social» suficiente, un respaldo que calla las atrocidades de ¿una minoría?. No diría yo que sea una minoría. Es fácil decir que son minorías, pero no es el caso. Hoy mismo mostraban unas imágenes del botellón del parque del Oeste en un telediario, y ¿para eso, me pregunto yo, me cierran el parque del Oeste para volver el fin de semana a mi casa?. Yo creí que era la señora de Aznar que no soportaba la prostitución y el travestismo en la zona, y resulta que ahora todos los fines de semana se monta un botellón monumental en el parque. Pobre Parque del Oeste, a ver quién es capaz de ir en primavera, disfrutarlo y sentarse en su hierba. En fin, no quiero comentar más, pero alguna vez retomaré este tema.

  2. A decir la verdad, no creo que te hayas pasado. Hay un articulista brasileño que dice que todo puede pasar menos nuestra capacidad de indignarnos. Y creo que es lo que te pasa a ti y eso es lo que te hace un verdadero ciudadano. Pues ser ciudadano no es el hecho sencillo de poder votar, sino de saber vivir en sociedad, es decir, con los demás. Así que el ciudadano, además de ser responsable por el espacio físico también lo es por el bienestar de los demás. Bueno, así debería ser.

  3. Has dicho en pocas palabras lo que yo he tenido que decir en muchas. Gracias por escribir y gracias por tu aportación que se relaciona con que comienzo el prólogo de mi libro «Experiencias en grupo e innovación en la docencia universitaria»: «Este libro nace de la indignación …..»

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