La innovación en última instancia es una función de la calidad de la intercomunicación, que yo llamo Comunicación, para abreviar.
La importancia del estado de la comunicación la intuía primero cuando decidimos hacer un gran estudio-investigación sobre la comunicación interna en el proceso de modernización de una gran empresa para la que trabajaba, en 1981. Y digo intuí, porque en aquellos momentos, muy pocos investigadores y prácticamente nadie en el mundo de la consultoría o en la práctica empresarial se preocupaba por esa variable esencial.
Hicimos el estudio, analizamos los resultados y propusimos un paquete, un gran plan director de comunicación, compuesto por más de cincuenta medidas. No todas ellas llegaron a ver la luz, pero fue un gran trabajo. Ya se sabe que una cosa es saber y otra hacer. Ahí, primero aprendimos de la realidad, y luego montamos un gran tinglado de desarrollo de la comunicación.
En 1985 publicamos los primeros resultados, también en revistas, alguna de organizaciones profesionales significativas, presentamos ponencias en congresos y …… vimos confirmado nuestro trabajo pionero por las tendencias más modernizadoras de algunas organizaciones. Sin embargo, la comunicación y su estado sigue pareciéndome una asignatura pendiente en un mundo donde la jerarquía, la alineación y la alienación parecen conformar el panorama real de las organizaciones, tendencias provocadas por el miedo individual y organizacional ante la competencia, que no suele ser más que la falta de conocimiento, de análisis, de comprensión de donde se mueven las cosas y por qué se mueven. Se sigue dedicando muy pocos recursos y tiempo a saber donde estamos. Al final, eso acaba aumentando las incertidumbres, y estas «nos llevan» a primar jerarquías sobre participaciones y comunicaciones. Pocos son los que se atreven a encarar con emprendimiento esta contradicción, casi siempre se opta por «lo más fácil» (sic), mandar, mandar y mandar.