Durante unos días, once por ser más exacto, voy a viajar hacia el Este.

Dirán Uds. qué se le habrá metido en la cabeza a este personaje. Nada, solo quiero ver y repasar el románico catalán, y también sentir sus orígenes, el sentido cultural del mismo y convivir con la civilización más oriental de nuestro país. Buena gente los catalanes, y vengo diciendo desde hace tiempo que son más interesantes en cuanto nacen mirando al este, y saben mantener en tiempo y forma su cultura, sus pequeñas cosas, sus identidades, lo que les confiere un sentido profundo de búsqueda, porque «están asentados» y con un buen asentamiento se puede buscar con menos miedos, que en otras culturas menos asentadas.

Hace muchos años, quince, me invitaron a su universidad de Prades, al norte del pirineo, allá por el conflent -francés, claro-, donde se «refugiaban» en verano para disfrutar de sus planes de futuro, e invitar a mucha gente interesante. Aprendí mucho de aquella estancia en Prades, tres días muy intensos. Recuerdo que me propusieron que hablase en francés o inglés o en catalán, claro; yo les propuse hablar en gallego, y finalmente, me dieron hasta un diploma que acredita que soy el primero en hablar en gallego en aquellas tierras. Bueno, eso me dijeron, quizás hubiera antes alguien que yo. El tema era precioso, y había sido organizado por Santiago Guillén y su Instituto, sobre nuevas tecnologías y nuevas formas de vida. Escribí algo sobre grupos y tecnología, ya que por ese tiempo disfrutaba de un programa donde el grupo se encardinaba en ese mundo emergente que era la informática y lo que ya se intuía de internet. Fue apasionante. Espero volver a pasar por Prades. Cuando escribía la ponencia, me imaginé Prades, y me dije, si es auténticamente catalana, tiene que mirar al este-sur. Casi seguro que el oeste y el norte están cubiertos por montañas que impiden que el frio llegue demasiado intensamente, y que el sol pueda ser visto plenamente en su «caída» en el plano del mar. Así fué. No había podido encontrar la situación de Prades, pero cuando llegué enseguida percibí que Prades miraba al este, con matices de sur. Buenos fundamentos para un buen enraizamiento. Así me parece también Catalunya, un lugar donde todo es posible, porque las raíces son «profundas» -no estoy hablando de Alan Ladd, por supuesto- y así el futuro se puede idealizar, se puede aventurar y se puede desear vivirlo.

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Quiero decir a mis lectores, que durante estos diez días, me saldré del weblog, y me dedicaré plenamente a saborear la riqueza estética y reflexiva del románico, sintiendo sus arcos de medio punto, sus gárgolas y su tranquilidad intensamente. Nos volvemos a encontrar a finales de mes.

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