Ciclo de la vida, ya cumplido por un gran maestro, por el profesor Enrique Fuentes Quintana. Recuerdo tantas cosas de él.

Tuve Hacienda Pública en cuarto y Fiscal en quinto, con él; estuve en su seminario durante un año; también hice el doctorado con él, y recuerdo que me «defendió» contras las «iras» de Rojo. Era un profesor extraordinario. Ir a su clase, estar a la hora en punto, salir a la hora en punto, escucharle con aquella voz potente y convincente, segura de lo que decía, copiar y luego estudiar sus grandísimos esquemas, que él reproducía en una pizarra inmensa, con una letra legible, y luego seguir sus explicaciones. Estoy seguro de que no tuve un profesor más sistemático como él. Impresionaba por su presencia, su voz y su seguridad.

Recuerdo que la primera clase -y la única en la licenciatura- que me impartieron sobre Carlos Marx fue suya. Recuerdo que terminaba las clases como si fuese un thriller, dejando un suspense y alguna pregunta en el aire para resolverla o abordarla en la clase siguiente. Recuerdo también que iba acompañado de discípulos. Y quién no se va a acordar de muchos de ellos. Tuve la suerte de colaborar con Gabriel Solé Villalonga en la universidad de Barcelona en finales de los sesenta, al que había conocido en el famoso seminario de Fuentes. Era un profesor que te enganchaba, que te obligaba, que te motivaba, y con el que, sin duda, aprendías. Un gran hombre. Recuerdo la visita que le hice a su despacho cuando estábamos configurando el libro «Crecimiento económico y crísis estructural en España (1959-1980)». Estuvo, como siempre, particularmente amable -afable, diría yo-; no puso ningún inconveniente en que reprodujésemos una aportación suya que había sido olvidada y que tenía un gran relieve para el periodo que estudíabamos. Era en ese momento vicepresidente, pero era el de siempre. Recuerdo cuando me pidió que me incorporase a su cátedra al finalizar el seminario de Hacienda Pública en 1964-65. Le dije que ya estaba colaborando con el prof. Sampedro en Estructura e Instituciones y que lo sentía mucho.

¡Que suerte haberte conocido! si, que gran suerte. Un maestro siempre nos enseña, pero algunos, más. Perdurará con muchos de nosotros en un recuerdo imborrable. Hasta siempre, maestro.

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2 comentarios en «Recuerdos»

  1. También me dió clase de Hacienda en cuarto curso. Su seriedad, sistematización, energía (a las nueve de la mañana) su claridad… Conseguía comunicarte su pasión, en una materia tan ardua.
    Político clave en la Transición, transmitía confianza, seguridad.
    En cualquier caso, un maestro

  2. Un maestro hace a otro maestro. Para mi, mi maestro eres tú Roberto. Muchas gracias por todas tus enseñanzas y por las oportunidades brindadas.
    Un fuerte abrazo y una de mis más cálidas sonrisas para la persona que empezó a hacer de mi una profesional trabajando en lo que le gusta y que consiguió despertar mi interés por muchas cosas que hasta entonces desconocía.

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