«Sí, aquellos fueron en verdad años revolucionarios. Las gentes no sólo dejaron de beber el agua de las viejas fuentes. Fueron mucho más lejos. Se les metió en la cabeza la idea de que todos los chiquillos deberían aprender a leer. Esto ¡en capas de la sociedad donde jamás nadie creyó fuera necesario, y en una ciudad donde se precisabe tener buenos padrinos para que le admitieran a uno en las escasas escuelas gratis que existían!»

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Arturo Barea hace este relato en la recopilación de «Cuentos Completos» hecha por Nigel Townson y trasladada del inglés hace unos meses. Habla de Madrid, claro, y habla de principios del siglo pasado, y nos reintroduce en ese mundo de «búsqueda de raíces» que tan bien es capaz de representar, y que si alguien no ha leído «La forja de un rebelde», ahora tiene la oportunidad de hacerlo, y de paso puede contemplar con intensidad el Madrid de la guerra civil.
Sólo quiero resaltar un trozo de frase que parece que no ha cambiado demasiado: «buenos padrinos para …..» y el contraste con aprender a leer, ¿para qué?. Si se adentran en Arturo Barea no podrán dejarlo, y pensarán, como ocurre con otros autores, ¡qué pena que se acabe tan pronto!.

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