Supongo que es un pensamiento habitual, sobre todo cuando vamos cumpliendo años, y no es nada original, comentarlo, pero sinceramente «cómo pasan los años». Yo me siento joven, muchas veces un jovenzuelo; no puedo (sic) comprender como ha sido todo tan rápido.
Al principio, era siempre el más joven, tengo hasta complejo de ser el más joven. Mis amigos siempre me llevaban de dos a cuatro años. Seguí sintiéndome así cuando me incorporé a la universidad, y más cuando con veinte años empecé a ser «ayudante del ayudante de clases prácticas». Todavía estaba en cuarto de licenciatura, y estaba descubriendo las mieles del mundo universitario, conociendo compañeros tremendamente interesantes, compartiendo viajes y alguna fiesta -no eran estos tiempos actuales-, y «sudando la gota gorda» cada vez que tenía que explicar la materia práctica de aquella «Estructura e Instituciones económicas …..» -seguía el nombre y por eso, nosotros decíamos parodiando a Wagons Lits Cook, «y de los grandes expressos europeos». Una experiencia maravillosa.
Mi amigo Fernando Ortega, que era en ese tiempo «alumno» -más bien, compañero, aunque estaba al otro lado del aula-, me representaba con su buen hacer, con un acento gallego bastante pronunciado -yo añado, gallego de La Coruña-, explicando aquello del Valor Añadido, Instituciones europeas y todo eso. Estábamos en el pabellón de San Bernardo que algunos llamaban Universidad de San Bernardo, justo enfrente de Fuentetaja, con mi amigo Jesús Ayuso -¿recuerdan?, todavía sigue por ahí a pesar de unas obras de apuntalamiento del edificio-. Era un aula inmensa, eso es lo que más recuerdo, había muchos alumnos, más de cien por supuesto. Estaba en la planta baja y no era en escalera. Hoy todo está fragmentado en ese edificio, hay un poco de todo. El otro día tuve que asistir a un seminario sobre Gestión del Conocimiento, hacía tiempo que no iba por allí, y me pareció viejo, quizás como yo a veces me siento. Me sentí incómodo, probablemente parecido a lo incómodo que me siento cada vez que «recuerdo» la propia edad. Es que no me lo creo.
Recuerdo y no sé porqué que cuando era joven, pensaba que me conformaría con llegar al año 2012. Aunque no supiera de esperanzas de vida en aquel momento, lo cierto es que veía esa fecha como una posibilidad casi remota. Hoy, sin embargo, no sólo me parece cercana, sino que espero que sea más que ampliable. Me encuentro en lo mejor de mi vida, aunque supongo que muchas personas han pensado lo mismo que yo, y ha habido un final.
Miro para atrás y aunque me han pasado muchas cosas, y llevo experiencias de gran extensión por mi cuerpo y espíritu, no tengo la sensación de haber vivido mucho. Y a veces pienso, que «he perdido el tiempo» y que ha pasado sin darme cuenta. Muchos que me conocen piensan lo contrario de mi, y más de una vez me dicen que vivo intensamente, que siempre me adelanto, que estoy en el futuro desde el presente, y es cierto, pero también es cierto lo que yo pienso. Y eso no es nostalgia del pasado, no vendería mi alma por volver a vivir. No porque no valore la vida, sino porque también, aunque parezca una contradicción, me siento bien como soy, la edad que vivo y conmigo mismo. Si las cosas se repitieran, nunca serían igual. No tengo que reescribir mi historia, sólo continuar viviéndola. Eso no quita que a veces piense que «todo ha sido demasiado rápido».
El tiempo es flexible aunque pensemos que el verdadero tiempo es el de los rígidos horarios, mucho me temo que nos engañamos ya que el verdadero Tiempo es tan relativo que cuando lo pasamos bien se acelera y se diluye entre nuestras manos, sin embargo cuando lo pasamos mal se detiene atragantándose en la garganta en forma de nudo que se resiste a ser asimilado. No solo es flexible el tiempo en nuestra percepción presente, sino que en nuestra forma de asimilarlo también va cambiando, así cuando se es un pequeño niño una tarde de domingo jugando con otros niños puede durar siglos, y cuando se es algo mayor un año parece apenas unos días. Creo que esto es un mecanismo del cerebro ya que en los primeros años dada la ausencia de experiencia puede asimilar más detalles pero que a medida que esta va aumentando el cerebro se ve en la obligación de ir discriminando procesos, así lo rutinario y común se aglutina y los extraordinario se subraya… no se solo es un intento de explicación.
A veces pienso que he cometido muchos errores que he perdido el tiempo, y de veras que no lo he perdido solo lo he empleado en otras cosas, en vivir y acumular experiencias, en conocer gente y hablar hasta el amanecer… pero de verás que ahora que intento proyectar mi futuro quisiera haber trazado otro rumbo pero tampoco puedo dejar de pensar lo mucho que he aprendido. Reconozco que tengo ansiedad, tengo prisa por hacer, porque me dejen hacer, y todo va más lento, quizás la ansiedad o la tranquilidad afectan a nuestra percepción del tiempo, con el primero se ralentiza y con el segundo paradójicamente se diente… Todo parece un camino difuso por hacer en el que continuamente el nivel de exigencia se agrava por momentos, continuamente me esfuerzo en orientar mi acción hacía la satisfacción e intento equilibrar el deber con el querer y si estos coinciden mejor aunque no siempre es posible.
Trazo mi acción pensando en el futuro, quizás de las clases de este año he aprendido que la cultura de la culpa es la cultura de la chapuza y del arrepentimiento, la letra escarlata grabada en la cabeza que oculta el horizonte a la alternativa a el cambio, siempre pensado en lo que pudo ser y no fue, la cultura calvinista es la cultura de la responsabilidad, de mirar hacia delante sin miedo, del trabajo bien hecho. De sentirte siempre joven pues el horizonte se aleja en cada paso pero a la vez el terreno cada vez es más firme.
No es que nos sintamos jóvenes o viejos (pues el tiempo es una construcción social, ya que hay muchos tiempos; biológico, social, personal, perceptivo, geológico…)sino que estamos jóvenes, y puedes estar seguro que lo eres. Me ayuda mucho saber de cómo se ha forjado cada uno las vidas, pues creo que esta sociedad ha perdido el vínculo entre una generación a otra y los de la mía se piensan que en sus manos está el saber, pero esto no está en ningún libro, es la vida el camino y el camino lo andan unos antes que nosotros y otros después, y si no tomamos el testigo, si no nos conocemos y nos expresamos estamos perdiendo el rumbo. Ten por seguro que aunque “todo haya pasado demasiado rápido” aún queda mucho por hacer y por compartir.