Sabemos que un buen diseño pedagógico crea las condiciones de un resultado y un proceso más interesantes, productivos y satisfactorios. No es lo mismo un modelo pedagógico que otro. En unos modelos se tiende a generar reproducción, cooptación de lo conocido, y un mayor o menor sometimiento a los que saben. En otros modelos, más participativos, se trata de desarrollar personas y grupos que no sólo experimenten lo conocido, sino que hagan como decía uno de mis maestros: «devolver mejorado lo que recibimos».

Entre estos dos modelos pedagógicos, uno más de obediencia y otro más de libertad, existen múltiples opciones y escuelas. Pero estamos seguros de que la eficiencia y eficacia de cada modelo pegagógico es no sólo diferente en los resultados, sino también en los procesos.

A mí sinceramente, me preocupa que el modelo pedagógico sea eficiente en procesos y resultados, y también coherente entre estos y aquellos. Todos tienen que ganar, todos tienen que obtener ventajas, y o al menos, todos los que quieran voluntariamente hacerlo. Pero el modelo ha de estar diseñado para que la mayor parte de las personas posibles pueda obtener grandes ventajas de participar de esa forma.

El mundo occidental ha avanzado mucho en la relación interpersonal con el alumno, aunque todavía queda mucho camino por recorrer. Yo me imagino que lo que hemos recorrido en ese camino es similar a lo que sabemos de los territorios donde vivimos, de los continentes, de lo que está encima de tierra. Es indudable que ya sabemos bastante de los animales vivos y de las plantas y demás, probablemente hasta queden pocas cosas por descubrir -eso se dice, aunque yo creo que quedan muchas todavía por descubrir en las tierras habitadas de nuestro planeta-. Pero el modelo de trabajo individualizado tiene un «techo de cristal» y es precisamente la individualidad, es decir, no nos evitará estar continuamente buscando «supermen/women» y seleccionando y seleccionando y compitiendo y compitiendo por ser el mejor, el modelo, el referente, el Stajanov de turno, aquél que nos asombrará. No es un mal modelo, permite una selección tal vez tan buena o tan mala como la natural, pero no pasa de ser un modelo que produce ansiedades, tensiones, depresiones, soledades, ….. suele ser bastante incompatible con otras vertientes de la vida, como ser padre o madre, o como tener tiempo para querer o ser querido, …. e indudablemente, nos imprime un ritmo que no es ajustado a lo que podemos la mayoría de los humanos, o al menos, a lo que «nos es conveniente». La tensión de una «oposición» o la tensión de un «doctorado», o la tensión de «mantener el puesto de trabajo» o …….. son muchos de múltiples inconvenientes que se derivan de un estado competitivo que puede ser malsano. También, como digo tiene ventajas, muchas, desde el punto de vista del que llega, que además, puede convertirse de hecho en un modelo de referencia y al tiempo en alguien que nos aporta sus nuevos conocimientos, está preparado para ayudarnos, o al menos para hacerlo para las generaciones futuras ….. pero todo a costa de un proceso lleno de incertidumbres y de más de «infelicidade».

Además, y no quiero incidir más, tiene un inconveniente para mí básico, y es que reproduce una sociedad competitiva, en cierto modo en lucha permanente -¿a través de los conocimientos, de la preparación, de las ideas ….?- y no facilita la mejor reproducción natural. Los animales, parece ser, y especialmente las hembras, buscan los más aptos para la reproducción entre los machos en liza, eso he oido muchas veces, siguiendo un principio implícito y genético de selección natural. Pero los «mejores» machos o hembras de este tipo de selección humano, no están muy disponibles para hacer su reproducción, suelen tener poco tiempo para la familia, poco tiempo para jugar con los hijos, poco tiempo para cultivarlos, poco tiempo …… porque tienen que mantener la tensión de seguir compitiendo. Algunos lo lograrán, pero no muchos, más bien pocos. Tampoco es un tipo de especimen masculino o femenino que atraiga especialmente al sexo contrario, o al menos, mucho menos que puede atraer un hombre «aventurero» o una mujer «bella e inteligente». Además, ser el mejor no significa ganar más, y eso también suele ser un factor de selección significativo.

Item más, y ya es la última consideración sobre esta forma derivada del modelo pedagógico tradicional, que reproduce adecuadamente el modo de producción del sistema capitalista, los que salen de todo este proceso son pocos, son muy pocos, muchos menos de los que podrían ser. Muchos, muy válidos, no entrarán en esa carrera, porque prestarán más atención a otras cosas para ellos más importantes, como crear una familia o cultivar sus plantas o viajar o vivir bien y «sin preocupaciones». Al final, quedan pocos, pocos, pocos, en términos relativos. Muchos menos de los que podrían ser.

No voy a extenderme en las formas pedagógicas alternativas, porque evidentemente dentro del sistema capitalista en que vivimos, siempre seguirán siendo formas alternativas, y por tanto, nunca dominantes. Pero desde siempre han mal-coexistido, porque las formas dominantes se sienten amenazadas por la eficiencia, la satisfacción y la rentabilidad de modelos pedagógicos más participativos, sin tanta distinción entre los que saben y los que no saben, con más acción y búsqueda por todos. Hay multitud de formatos alternativos, casi podríamos decir que cada subcultura tendría uno que se le adaptaría mejor. A lo largo de los siglos, las personas que no teníamos nada que perder, es decir, que no teníamos que conservar una posición o defender ideas preestablecidas, hemos aportados formatos diferentes y siempre vinculados al respeto del saber -lo que yo llamo «saber mirar al Este»- con la renovación y el proyecto transformador -lo que llamo, «saber mirar al Oeste»-; algunas de estas opciones incidiendo más en aplicaciones tecnológicas y de calidad productiva alternativas y diferentes, aprovechando mejor los recursos existentes y buscando nuevas opciones; y otras, enfatizando más en los estilos, en las formas de gestionar y dirigir y en las maneras de comunicar, de cooperar y de intercambiar experiencias -lo que respectivamente sería: «saber mirar al Norte» y «saber mirar al Sur»- …..

Pues, durante siglos hemos propuesto diferentes formas, algunas más académicas, otras más abiertas, y siempre, o en general, y en términos sociales de dominancia, hemos sido marginales. Como lo fue Sócrates, o lo fue Platón y su academia, o lo fueron tantos y tantos otros. Ahora que estoy en Brasil, puedo citar a Paulo Freire, implícito en sus métodos dominantes, pero aún así poco reconocido en los formatos básicos.

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De estas experiencias que podemos llamar alternativas, porque raramente han sido parte del modelo dominante, podemos hacer muchísimas mezclas, y siempre podemos encontrar el gusto adecuado a cada cultura, a cada estrato social, a cada situación específica, porque se ha construido un gran cuerpo de conocimientos abiertos y prácticos que permiten diseñar mezclas, híbridos ad hoc.

Estas son algunas cosas que sabemos ……. algún día hablaremos de algunas de esas formas alternativas, que todavía hoy siguen siendo alternativas, y que por su propia esencia, nunca serán dominantes, ni necesitan serlo.

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