SENTIDOS, VALORES, ESTRATEGIAS

La piedra angular sobre la que hay que elevar el edificio de la innovación empresarial permanente es que la organización contenga en su seno y sea compartido un sentido nacido de una oportunidad detectada. El sentido es aquí el negocio. Todas las empresas tienen un sentido inicial y algunas siguen adelante diez años después y otras no; aquellas que sobreviven y mantienen el sentido adaptado al cliente y al mercado, seguirán estando orientadas por lo que es imprescindible, por la seguridad de nuestro análisis de lo real. Saber por qué se hacen las cosas y hacia que van orientadas, en que negocio nos movemos y por qué razones lo hacemos aquí y no en otro sitio, son aspectos que confieren “holding” a una empresa y le permiten añadir valor a su tarea.

El sentido de una empresa es un factor a compartir. Hacer partícipes del sentido a los integrantes ayuda a crear un espacio de comunicación y de colaboración mutua. Normalmente, las empresas al principio son muy conscientes de su sentido y lo comparten ampliamente, pero según van teniendo éxito y se van ampliando y burocratizando sufren fases en las que parece que están desorientadas porque es necesario re-editar ese sentido estratégico, ya que ha devenido en un “cuasi – inconsciente” y por la prisa del mismo crecimiento, hemos olvidado los orígenes. El sentido es algo que entonces es preciso recuperar haciendo un esfuerzo en el rediseño del continente de la empresa, del lugar de pertenencia, del envoltorio, de las formas. El sentido, aunque puede y debe tener un por qué, muchas veces tienen el carácter de visión o nace de haber visto claro en su momento determinadas cosas.

Simplificando, por razones de espacio, dos son las variables centrales que soportan el sentido empresarial: los valores y la estrategia. Cada empresa tienen unos valores, la mayoría de las veces preconscientes, y en último extremo, todas las que han sobrevivido es porque han sido capaces de “mantenerse en sintonía con el cliente, con el mercado”, siendo casi siempre el primer valor de una empresa con éxito, el servicio al cliente. Después existen otros muchos valores personales o de interrelación entre las personas: respeto mutuo, colaboración, aprendizaje, equivocarse haciendo o trabajar sin errores, etc. Cada empresa es un cockatil de valores, vuelvo a repetir, las más de las veces, preconscientes o inconscientes. Los valores se combinan con la estrategia y dan lugar a un proyecto de empresa.

Una empresa innovadora, entendiendo por tal aquella que consigue ir dos pasos por delante del mercado y del cliente, ha de tener claro interiormente, y mostrarse en coherencia, el sentido de su negocio, sus estrategias o su estrategia y sus valores. En definitiva, ha de ser consciente de sus objetivos globales y a largo plazo, de las razones de lo que hace, lo que da sentido a su labor, y también de los modos de trabajo y de comportamiento que son correspondientes y refuerzan el negocio empresarial y lo hacen posible. Fines y medios, ambos globales, han de ser compartidos, interiorizados, para poner las primeras bases del edificio empresarial.

Y este es el primer ángulo de concreción de la innovación: sentido, valores y estrategia. Este conglomerado conforma la filosofía de la empresa y de sus modos de actuación: su cultura empresarial, aquello que la distingue de otras, y le da identidad diferenciada, personalidad.

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