«No basta con una simple protección contra la tiranía del magistrado. Se requiere, además, protección contra la tiranía de las opiniones y pasiones dominantes; contra la tendencia de la sociedad a imponer como reglas de conducta sus ideas y costumbres a los que difieren de ellos, empleando para ello medios que no son precisamente las penas civiles; contra su tendencia a obstruir el desarrollo e impedir en lo posible, la formación de individualidades diferentes, y a modelar, en fin, los caracteres con el troquel del suyo propio. Existe un límite para la acción legítima de la opinión colectiva sobre la independencia individual: encontrar este límite y defenderlo contra toda usurpación es tan indispensable para la buena marcha de las cosas humanas como la protección contra el despotismo politico«

¿Quién podía escribir esto sino el gran John Stuart Mill en su «On liberty»?. Este es un recuerdo-homenaje para el hombre de la «Autobiografía», un recordatorio que nos «devuelva» algo de la libertad perdida.

De todas las protecciones necesarias, me preocupa aquella que hace tan difícil que seamos diferentes, y que se ha hecho últimamente más y más presionante. Parece que tenemos que estar agrupados en clanes cerrados, «defendiéndonos» de la maldad de otras tribus, y produciendo así una especie de cierre a todo lo diferente. ¡Qué pena! Cuando en lo básico aprendemos de lo diferente; cuando en lo básico, nos desarrollamos gracias a lo que no es lo que ya somos; cuando en lo básico nos hacemos seres humanos respetando al que opina diferente o al que es hasta exótico; ….. ¡Qué pena, penita pena, pena, pena de mi corazón …!

Voy a permitirme citar dos párrafos más aislados de Mill:

«Dondequiera que exista una clase dominante, la moral pública derivará de los intereses de esa clase, así como de su sentimiento de superioridad»

y

«Por otra parte, dondequiera que una clase, dominante en otro tiempo, ha llegado a perder su ascendiente, o mejor aún, allí donde su ascendencia no es aceptada por el pueblo, los sentimientos morales que prevalecen llevan el distintivo de una impaciente adversión de la superioridad»

Píldoras sólo para recordar y para pensar sobre nuestra propia historia y nuestra propia realidad actual. También nos hace pensar en Innovación y en «establecimiento». En fin, reflexionemos, diez minutos al día no hace daño.

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