En plena revolución informática, allá por los años ochenta, apareció en los periódicos una noticia que no tuvo mucho eco, y que luego pude comprobar que respondía a un estudio que se había hecho en Europa sobre la calidad del empleo que se estaba generando a partir de la ya famosa revolución de Castells, la de las «nuevas tecnologías» . Resulta que se creaban más empleos no cualificados que cualificados, y lo que destacaba era que la seguridad, la limpieza y -en ese momento, no era la construcción- el de servicios turísticos, hostelería en general, eran los que más crecían. Pero con mucho. En el momento de la ideologización de las NTs en lugar de empleos de calidad, crecían ya empleos sin cualificación. Evidentemente me quedé «con la mosca detrás de la oreja». Lo discutí en varios foros con prohombres, pero no era políticamente correcto hablar mal de los efectos de esas fantasmagóricas nuevas tecnologías. No estaba el horno para bollos.

En ese momento, nuestra calidad de empleo era desde el punto de vista del trabajador y del ciudadano casi «óptima», en términos de lo que se nos iba a venir encima con la globalización. La mayoría de los empleos eran fijos, casi no había empleo precario excepto en esos sectores y el de la construcción, y cuando un licenciado salía al mercado todavía no tenía que soportar de seis meses a tres años -y vamos a más- para «disfrutar» del ya honrado empleo de becario. Es cierto que se creaba poco empleo, que existía una gran dificultad para colocar a los nuevos, y que los viejos hacían de «cuello de botella», pero sobre todo, porque nuestro sistema empresarial era -como siempre ha sido- incapaz de crear empleo de calidad, entre otras cosas porque les faltaba -y en general, todavía- un estirón para pensar en términos de empresas y no de negocios. Y, como por desgracia, las oportunidades de negocios eran -y siguen siendo- suculentas, pues para qué preocuparse de la calidad del empleo, de cuidar y conservar en general al trabajador en las mejores condiciones y competencias y de empleabilidad. ¿Para qué? Pues para nada, porque eso no suponía más rentabilidad, porque la rentabilidad de los negocios era -y ahora es más- ya muy alta y ahí, en ese espacio dominado por la abundancia, es donde la persona, el ser humano deja de existir y se convierte en un apéndice de una «máquina», sea material, o sea una máquina de «hacer dinero».

Pero volvamos al tema: ya en los ochenta, cuando las famosas frases optimistas del ministro Solchaga, se creaba un empleo -el poco que se creaba a pesar de la locomotora americana, a la que nos habíamos subido apresuradamente a mediados de la década-, un empleo un poco de pena. Bien, pues han pasado casi dos décadas -veinte años no es nada, dice el tango- y el sistema sigue sin tirar. Ha creado empleo de segunda o de tercera, en la última época con una locomotora para la globalización que es la construcción, y que nos va a permitir, como decía Groucho, «alcanzar las más altas cotas de la miseria».

Pero por favor que no nos vendan una pluma. Sabemos como están las cosas, la gente la vive en la calle, lo sabe. Hoy también nos «hemos enterado» por los periódicos que lo que eran 100 pesetas se han transformado en precios en un euro o más, y sólo en cinco años, bueno, yo creo que en menos, probablemente en algo menos de cuatro. Ha sido el tiempo que ha necesitado el «cutre sistema empresarial» español para «aprovechar la oportunidad de oro» que le ha brindado la entrada del euro y la cotización de 166 y pico pesetas. Magnífico, eso lo sabíamos y lo vivíamos todos en la calle desde el mismo momento en que empezó el «festival euro», pero ni los periódicos, ni nadie, ni mucho menos el índice de precios al consumo, han reflejado la realidad, la realidad palpable de la subida lamentable e inadmisible de precios, sólo porque una moneda se ha cambiado. Si sumamos las inflaciones medias aceptadas por el INE para estos cinco años, no se llega al 20%, y sin embargo, la realidad, la realidad de la calle, la que sabíamos todos los que nos íbamos a comer a un restaurante alguna vez -cada vez menos, claro- es que los precios se habían desbocado, de forma totalmente artificial, sólo para aumentar los beneficios «no realmente ganados», sino producto de una gran estafa en la que ha habido unos que se han beneficiado, y otros muchos, que no sólo hemos visto crecer los precios de forma insostenible, sino que nuestros salarios se han ido globalizando y por supuesto, han crecido mucho menos que ese porcentaje oficial de aumento de precios.

Claro, con estos beneficios «locales», obtenidos de la explotación de la ciudadanía, para qué tenemos que innovar, para qué tenemos que hacer las cosas bien, para qué tenemos que mejorar lo que nos han entregado, para qué tenemos que estudiar, para qué tenemos que saber y conocer, para qué ….. si no existe necesidad, ninguna necesidad. Y esto hay que recalcarlo, no tenemos ninguna necesidad, mejor dicho, no la tienen ellos.

Hoy, he ido a tomar un café y media barrita y el precio había pasado de 1,60 euros a 1,80, es decir, más de un 12%. También el menú había subido un euro, un 10%, fabuloso, fabuloso, y que siga la fiesta. Empleo precario y lamentable, beneficio en función de precio especulativo, salarios por debajo del crecimiento medio de los precios, pensiones que para que hablar -se habían dado cuenta Uds que ahora hay que estar cotizando a la seguridad social hasta que te jubilas, porque si no es así, no te paga. Tienes que cotizar los últimos quince años. No está mal, si uno ha cotizado 30 años y resulta que ha sufrido un despido, por ejemplo, no le sirve de nada. Otro día hablaré de este auténtico desmadre social.

Si, sin duda, es indignante y por supuesto, me siento indignado (Continuará)

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3 comentarios en «¡Qué empleo!»

  1. Estoy completamente de acuerdo con usted. Es indignante. Pero, ¿que podemos hacer los ciudadanos de a pie? NADA. Trabajo en un hotel, haciendo suplencias, sin contrato y con una jornada de ocho horas sin tiempo de descanso. Como, gracias a dios, pero en frente de la recepcion sin ningun tipo de tranquilidad. Esta situacion es buena si la comparo con mis compañeras de contrato fijo que trabajan nada mas y nada menos que 56 horas a la semana. y por no hablar de mis compañeros de restaurante que no hay dia que trabajen menos de 10 horas, con un solo dia a la semana de descanso. Es indignante. Por supuesto los precios, por el cambio de año, han subido 3 euros minimo, y a ninguno de nosotros nos han subiedo el sueldo. ¿que hacer? si lo dejas, siempre habra alguien dispuesto a hacerlo. No hay forma de luchar contra ello. O denuncias,lo que conllevaria un despido y ninguna mejora. Es imposible luchar contra unos jefes que mueven mucho dinero y muchos contactos.
    Lo peor de todo es que va a más. Como bien ha dicho usted, ¿para qué saber o conocer? simplemente aumenta tu indignacion al verlo dia a dia y no poder hacer nada. ¿Para qué existe una legislacion social sin medios que la garanticen? Deberia ser la propia administracion o el gobierno quien controlase su cumplimiento sin esperar a que sean los ciudadanos quien denuncien a un empresario que, como minimo, tiene un abogado sustancialmente mas preparado o con mas experiencia. Es inutil.
    Gracias por su desahogo, como ve, ayuda a que los demas tambien lo llevemos a cabo. Aunque sea solo para sentir que no se es el unico que siente impotencia y decepcion.

  2. Feliz año prfesor,espero que este pasando unas buenas vacaciones.
    Para tomarnos sus esfuerzos en serio y hacer de esto un dialogo quiero darle la razon, practicamente en su totalidad. A mi tambien me ha sorprendido el año con su rutinaria subida, porque por lo demas mi vida era exactamente igual aunque con mas cansancio…pero al ir a comprar el abono 1,45 euros más, las tapas de los zapatos 0,40 más… y porque no he salido a muchos sitios que si no seria igual, supongo que a mi padre le habran subido el sueldo, no se cuanto, pero espero que lo suficiente como para cubrir esas subidas sino menuda juerga nos espera.
    Y este año tengo que dar gracias porque tengo trabajo, para nada realcionado con mis estudios,porque las prcaticas de la universidad a veces parecen una broma, asi que tengo que conformarme. A veces el trabajo me sirve de material para trabajos de clase, practicas, observaciones…3 horas al dia que me permiten, cuidando a unos niños, recordar tiempos mejores jugando, haciendo deberes, riendo…y en ocasiones me permite estudiar , leer cosas de clase, hacer resumenes…y aunque no es un sueldo para tirar cohetes no me quejo, me puedo permitir ciertos caprichos.
    Pero al salir de ese mundo de niños vuelvo a ver la realidad adulta con sus gastos, sus injusticias, su rutina… y tambien como usted quisiera protestar pero ¿A quien?¿A la taquillera del metro?. no se hasta donde subiran los precios año tras año y aunque tambien me indigna no se que hacer, a veces parecemos borregos o conformistas o no sabemos como impedir estas cosas para buscar alternativas.
    Ademas mañana para indignarme del todo como cada enero la señora concejala de mi distrito frustrara mis ilusiones con un baltasar pintado y una cabalgata medianamente organizada…que pena que los que tienen en sus manos medios lo hagan a veces tan mal.
    FELIZ AÑO NUENO

  3. Hoy en el País semananal viene en portada una chica con una pizarra en la que está escrita la cifra 872. Ojalá fuera esa la cifra de besos o de abrazos que le han dado. O el número de contactos telefónicos de su agenda. O el número del portal en el que vive. O el número de kilómetros que le quedaron para alcanzar la luna. Pero no, que va, esa cifra representa el sueldo, en euros, de una licenciada en Ciencias de la Información que trabaja en «telemarketing». El reportaje no tiene desperdicio. Con relatos como los que se cuentan en él no hay esperanza posible para estudiantes como nosotros.

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