Es fácil perder el sentido del esfuerzo y de la humildad cuando se gana, cuando se llega, cuando se es reconocido, cuando somos. Hay como un tupido velo que tapa nuestras miradas y las vuelve opacas a la realidad misma, e impide que podamos ver lo que está ocurriendo. Sobre todo, si nadie duda de que somos, y todos nos admiran. Es algo muy común en las organizaciones.

Voy a poner un ejemplo, que como todavía no es del todo patente, pero empiezan a manifestarse síntomas ya algo preocupantes, creo que es interesante. El caso del Barça. Hace tiempo que todo son alabanzas para un tipo de futbol atractivo, espectacular, global, complejo, y de mucho «tiki-taka». Es un modelo de futbol, además poco repetible. Pero un modelo donde lo que más destaca es la vistosidad, la espectacularidad y la técnica de interrelación entre los protagonistas. Un modelo donde no se ve que el tiki-taka puede convertirse en un rollo horizontal y un rondó de idas y vueltas sin más sentido que el de gustar. Y algo de eso les empieza a ocurrir. Han ganado la Champions, han ganado dos ligas y, creo que ahora mismo están dormidos. Es cierto que les faltan jugadores clave, pero también que les falta algo que tenían, ambición demostrada en una presión muy adelantada y difícil de superar por cualquier equipo que no tuviese mucha calidad. Ahora presionan poco; ya se parecen a un equipo como los otros; hay otros equipos que han logrado mejores resultados de su buena calidad técnica y de su presión -por el ejemplo, el Sevilla-; son más individualistas y dependen mucho más de sus figuras -tendencia hacia el modelo Real Madrid-; se apoyan más en faltas y en otras jugadas a balón parado, lo cual da pauta de que no andan muy bien; y los trenzados son más horizontales, y menos apoyados en el medio del campo, y más en sus defensas. Son algunas de las cuestiones que hacen que el futbol del Barcelona que hace un año encantaba, empiece a aburrir. Empieza a parecerse a la decandencia del modelo Cruiff. Un ejercicio de tiralineas, pero sin profundidad, sin efectividad, dejando que las figuras hagan su trabajo. Yo a esto le llamo «morir de éxito». Fueron al Mundialito y era su ilusión porque no lo habían ganado, perdieron y además merecidamente, porque jugaron deslabazados, igual que lo hicieron contra el Sevilla en la supercopa, sin sentido, sin orientación, sin proyecto.

Y ahora ….. a sufrir. El sufrimiento quizás les permita recuperarse, pero «nunca segundas partes fueron buenas». Y este año ya les han pegado el Sevilla, el Chelsea, el Madrid y ahora el Porto Alegre. No es fácil imitarse a uno mismo. El Barça ya no será igual más que puntualmente, porque el éxito, el reconocimiento y la prepotencia tiene paralizadas sus ideas, la cultura que les vió nacer. Recuerdan que el primer Barça de esta época nació en un año donde tenía a todos lesionados, y tenían que recurrir continuamente a la cantera, y que con pocos eran mucho. Todos trabajaban a tope, al máximo. Pues eso no volverá, ni tampoco la humildad de un punto de partida, donde «no se tiene nada que perder».

Ahora «se tiene mucho que perder» y eso paraliza. Es como la propiedad, atemoriza al propietario, y viven entre rejas en sus propias casas. Todavía queda tramo para disfrutar del Barça, pero ya será más lo que fue, que lo que es. El éxito sólo es recomendable cuando no se tiene.

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Un comentario en «Morir de éxito»

  1. Hola Profe:
    Quieres que te escribamos y yo te escribo… no sabiendo en absoluto de fútbol, sabiendo un poco de organizaciones, otro tanto de propiedad, y bastante de mi medio que es la universidad.
    No se porqué la técnica tendría que fallar a quien ya hace tiempo que la domina, innova y práctica. Tampoco creo que sea la propiedad, la que paraliza al propietario.
    Pero pongamos otro ejemplo, el de las universidades como organizaciones en busca de la excelencia: Si el éxito, por ejemplo en nuestra organización se mide por baremos oficiosos, falsamente configurados, lo que en realidad falla es la evaluación del éxito, pero tú en el fondo afinas y lo expresas de otra forma: es la falta de ilusión lo que paraliza.
    Para mí el éxito se mide dependiendo de la capacidad de seducción a los otros, seas un gran vendedor de libros, seas un profesor con alta producción. Y la capacidad de seducción, depende de tantas cosas…! entre otras del propio estado de ánimo.
    Si no recuerdo mal, puedo contar apenas con los dedos de una mano los profesores que merecieron para mí el apelativo de «maestros» en mi formación, y facultad de origen (Sociología), aquellos que:
    1º) supieron llegar a mí
    2º) aquellos que supieron seducirme.
    Si esto se amplía -que en el fútbol debe ser así-, es decir que llegaron a todos y que supieron seducir a todos, encuentro al final de la ecuación el éxito como resultado.
    Por ejemplo: Amando de Miguel no cumplió ninguna de esos rasgos y sin embargo es reconocido en toda España entre profanos y otros que no lo son tanto.
    Aún sabiéndolo, a mí me es difícil conseguirlo.
    La posibilidad de no descepción, es otro aspecto que cuenta y mucho. A mí me descepcionaron mucho algunos sobre los que puse grandes esperanzas. Por ejemplo creamos expectativas, que no acertamos luego a mantener…Para mí eso es lo importante -reconociendo mi ignorancia en muchas cosas como por ejemplo el Barça- la clave en las figuras de éxito cuasi admitidas por un gran grupo, es que iniciaron esas expectativas… que luego no supieron mantener. Eso, ya digo, me pasó a mí con muchos profesores…, y tal vez me pasa hoy a mí con mi propios alumnos.

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