Es fácil perder el sentido del esfuerzo y de la humildad cuando se gana, cuando se llega, cuando se es reconocido, cuando somos. Hay como un tupido velo que tapa nuestras miradas y las vuelve opacas a la realidad misma, e impide que podamos ver lo que está ocurriendo. Sobre todo, si nadie duda de que somos, y todos nos admiran. Es algo muy común en las organizaciones.