Tenemos el conocimiento en nuestro interior, dice Sócrates. Tenemos experiencias, ideas, conocimiento, pero …. necesitamos del otro para aflorarlo, o al menos, con el otro lo podemos hacer mejor, bien por imitación, bien por identificación o bien por cualquier otra forma.

Lo importante de la afirmación socrática es que es sabemos más de lo que creemos y nos hacen creer. Y con una ayuda, con una motivación, con preguntas o posicionándose en un método socrático, de preguntas más que de respuestas iniciales, los espacios y las relaciones cambian.

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Esta afirmación tiene unas implicaciones extraordinarias desde el punto de vista de la innovación y de su desarrollo, asi como también desde otras muchas orientaciones y áreas de conocimiento. Viene a significar que es posible, y no sólo posible, sino conveniente, muy conveniente, pensar así, porque entonces el autodesarrollo o tal vez mejor, el desarrollo endógeno está ahí a la vuelta de la esquina, sólo consiste en cambiar el formato metodólogico y preguntar en vez de afirmar.

Si dices, este país está atrasado porque no invierte, y lo acusas de atrasado, se produce una regresión y hasta un conformismo que dificulta su propio crecimiento. Claro, lo puedes decir porque tú te consideras adelantado, y a ti hasta te estimula decirlo para marcar las distancias. Y además, esa diferente se convierte en razón de la inversión que yo haga desde afuera, y que haré en función de mis intereses, no de los intereses de los ocupantes de ese país. Lo cual no incidirá en su desarrollo, sino en simple crecimiento, y un proceso de acumulación que se forjará y focalizará en aquellos que han conseguido hacer muy rentable esa inversión. Y no es desarrollo porque sólo poco a poco y como si fueran niños dependientes, los habitantes de ese país se van dando cuenta de que si no siguen el mismo modelo no pueden seguir creciendo, con lo que el modelo no es el suyo, sino importado, lo cual deriva en una dinámica inadecuada porque no nace de sí mismo, sino del afuera. No es su desarrollo, es el que se ha calificado de desarrollo por otros. Y no tiene la energía que podría tener si fuera el nuestro.

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Esto está pasando ahora con China. Todos dicen: no puede seguir creciendo así, con modelos de crecimiento capitalistas, y con formas políticas burocráticas, y se ataca una y otra vez las bases de su propia forma peculiar de hacer las cosas. Sin embargo, la realidad nos dice que crece mucho y nunca se habían producido crecimientos a tasas tan altas, por tanto, no veo esa contradicción que se expresa en esas críticas, o al menos no parece una contradicción tan crítica como se muestra. Lo que de alguna forma se está buscando es resolver esa contradicción en beneficio del propio capital invertido. Esos capitalistas y otros que están esperando, se encontrarían más a gusto si el modelo política fuera el propio del mundo occidental, o alguna de sus formas derivadas, cara de democracia y fondo de dictadura. Eso haría más débil al modelo político, lo convertiría en más manejable, viviría las inquietudes que son propias de un sistema democrático, donde hoy están unos, pero hay otros esperando en la oposición, que pueden ser los que manden mañana. Pero resulta que lo paradójico de China es que el modelo político casi no ha cambiado, y sin embargo, el país aumenta a tasas de crecimiento desorbitadas. Lo está haciendo a su modo, hasta se habla de modelo chino.

Cada país, cada pueblo, cada grupo, cada persona, lo tiene que hacer a su modo. Tiene que saber interiorizar lo que ya sabemos todos, pero saber aplicarlo en su entorno, para que la energía no venga de afuera, sino sólo algunos de los motivos, y sea nuestra propia energía y nuestros métodos las que fomenten el proceso.

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El desarrollo, en última instancia, es desarrollo endógeno, autodesarrollo, a partir de uno mismo, a partir de la propia cultura, a partir de lo que ya somos y queremos ser. Y eso nos remite a Sócrates. Y los grandes problemas del crecimiento y sus desequilibrios han estado precisamente en que su modelo de desarrollo ha sido dependiente.

El conocimiento ya está ahí, ya lo tenemos, se manifestará de una u otra forma, seremos más hábiles para descubrirlo, o haber trabajado nuestra experiencia de forma sistemática y poder hablar del conocimiento de uno mismo, pero lo cierto es que somos nosotros los que ya sabemos, y somos nosotros los que podemos hacer y podemos cambiar. Si nos cambian, como ocurre tantas veces y remarcaba Marx con el desarrollo de la tecnología y de las fuerzas productivas, nosotros nos adaptaremos, pero el liderazgo del cambio no estará en nosotros, sino que seremos meros instrumentos del proceso autónomo de la tecnología y la ciencia, y en el plano personal, de la educación o de la búsqueda y reproducción de lo que ya sabemos.

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Avanzar en la libertad del ser humano, que está en los principios de la revolución francesa, es avanzar en su propio conocimiento. El método socrático nos indica cómo se puede conseguir. Avanzar hacia la libertad, es hacia nuestra libertad interior, a saber que nosotros sabemos, pero no sólo sabemos que no sabemos, pero aún así, sabemos, es decir, si sabemos, podemos, y si podemos, el formato de cambio parte de nosotros mismos, no del afuera. El afuera nos puede impulsar, nos puede preguntar, nos puede facilitar las cosas, pero finalmente es en nuestro interior y desde nuestro interior como se ponen las cosas en marcha, en una marcha que sea coherente con nosotros mismos, pero que nos cambie.

Ahí tiene su importancia la aportación de Maturana y Varela de la que hablaba en una entrada reciente, y la tiene la de Prigogine y sus estructuras disipativas, y la tiene Marx cuando se centra en la contradicción interna como punto de partida del cambio y en toda una tradición que la ciencia, cultura, política y economía dominantes tienden a olvidar, porque prefieren que el conocimiento esté en ellos, y no en los otros, que la tecnología sea suya y sus desarrollos, que la democracia sea su democracia y así. En el fondo, no sólo es imperialismo en las formas, sino en sus consecuencias.

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Y las cosas no funcionan mejor porque nos hagan correr más detrás de un balón, sino porque ese correr tenga que ver con nuestra forma de ver las cosas, con nuestra propia cultura, con nuestra manera de pensar, con nuestra historia. Cuando el Madrid juega bien y gana es cuando tiene un entrenador, unos jugadores y una junta directiva que buscan un Madrid agresivo, fuerte, que ataca en tromba, que hace heróicas, que arrasa al contrario, que está ganando pero quiere ganar por más, siempre por más. Y eso se identifica con la cultura del club y de la mayoría de sus socios, con su historia, y con su efectividad a partir de ese modelo. Cuando no juega bien es cuando imita a otras formas culturales, como le pasó hace tres a diez años con el dream team del Barça. Ahí fracasa, ¿por qué? porque no le van los pases cortos, no tienen paciencia para eso, no son suficientemente científicos desde ese punto de vista, quieren resultados, y se sienten aburridos si la gente juega asi, pero no ofrece resultados.

Sin embargo, en la orilla opuesta, a los del Barça les gusta eso, y casi preferirían no ganar a perder esas señas de identidad, de jugar de «jugones», y de «marear al adversario», tener la pelota, y ser menos resolutivos, pero más preciosistas. Son dos culturas diferentes, no pueden seguir la misma pauta. Cuando la cultura primera, tiene entrenador y jugadores que se adapten a ella, se gana; cuando lo tiene la otra cultura, también gana. Los puntos débiles de esas culturas, de esos conocimientos, son cuando el entrenador es demasiado agresivo o cuando el entrenador, en el otro caso, es demasiado condescendiente. Eso les puede llevar a ser demasiado ellos mismos, y no tener en cuenta que es preciso combinar esa forma cultural, ese conocimiento, con los de otros, y convertirlo eso en un crecimiento armonioso. Y por supuesto, la cultura evoluciona, pero lo hace muy lentamente.

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Cuando yo era pequeño, ya el Barça era preciosista y se paseaba y te dejaba con la boca abierta; y ya el Madrid jugando bien al futbol era vertical e incisivo. Kubala y Di Stéfano eran sus líderes. Era maravilloso ver jugar a Kubala, pero daba demasiadas vueltas. No era tan maravilloso por el proceso ver a Di Stéfano, su técnica era inferior, pero siempre llegaba y estaba en todas partes, y hacía goles e impulsaba al equipo. Dos formas de jugar, dos culturas. Pues eso tendríamos que aprender con las personas, con los grupos, con las sociedades. Tienen que encontrar su propio camino, el que les permite ser más ellos mismos, sin llegar a tanto que se hagan autistas y aislados del mundo entorno.

Pues resulta que no se sabe porqué, nos olvidamos de algo tan elemental, tal vez por la ignorancia y las ideas dominantes, que sería otro tema a tratar. Lo cierto es que nos olvidamos que el conocimiento está en nosotros, o si no nos olvidamos es para decir que somos mejores, lo cual es una gran chorrada. Nos olvidamos de Sócrates, porque nos interesa olvidarnos, porque hay poderes y esos poderes «tienen sus fórmulas y culturas» y se sienten mucho más a gusto en las suyas que en otras, y como han crecido más o tienen más cañones, nos imponen sus culturas. En parte es cierto que si tienen más cañones es porque su cultura ha sido hasta ahora más eficiente que la nuestra, pero no por eso nos tienen que decir exactamente lo que tenemos que hacer, porque nosotros no somos ellos, y si no somos ellos es mejor que emprendamos de una vez nuestro camino, no el camino que ellos nos imponen. No siempre los que tienen el poder son tan poco inteligentes, pero cuanto más poder tienen, menos inteligentes en el uso de su poder. Es como los monopolios, menos inteligentes en el abuso del cliente. Pues bien, si supieran que si hicieran de Sócrates no sólo se llevarían la cicuta, sino la admiración que nos produce su existencia, es probable que evitaran imponernos sus normas y modelos. Claro que siempre habrá débiles mentales e ignorantes con poder de nuevos ricos que quieran imponer a los demás una vida como la suya. Cosas de las dinámicas sociales.

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Podía seguir escribiendo, pero siempre me paso en esto de escribir. Pido disculpas …. otro día será. Hoy me levanté, parece ser, con ganas de elecubración en abierto. Espero no haber dicho muchas tonterías, porque no me gusta corregir lo que escribo y no va a ser hoy una excepción.

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